Por Francisc Lozano*
“La mediocridad es legítima hija de la corrupción”.
Jorge González Moore
De izquierda a derecha: Álvaro Uribe, Iván Duque, Jaime Pumarejo, Karen Abudinen y Alejandro Char. |
Escuché esta mañana que el Concejo de
Barranquilla lleva bastante tiempo realizando sesiones de un poco más de 10 minutos
de manera recurrente. Cuando explicaron la razón detrás de semejante interés
por sesionar, tristemente, la lógica para que en agosto hubiese habido 16
sesiones de cerca de diez minutos es que el pago por encuentro del Concejo es de
más de $500.000. Gracias a eso, las sesiones de esa institución tienen entre
sus nutridas órdenes del día temas como los siguientes: Un minuto de silencio
por las víctimas del COVID-19 (apenas lógico en esta difícil época) y
proposiciones, con lo que se demuestra que no había razón para llamar a
sesiones ese día. El mes anterior, en consecuencia, los concejales de
Barranquilla se aseguraron más de $8’000.000 por trabajar, si a eso se le puede
llamar trabajo, menos de media hora diaria en los días en los que se inventaron
que debían sesionar. Eso, en una ciudad como Barranquilla representa un
detrimento de más de $170’000.000 mensualmente. Estoy seguro de que el caso
de Barranquilla no es único, lo cual recuerda que es imperativo elegir gente
ética para que se encargue de gerenciar los recursos públicos.
Pero no vuelvo a escribir sólo por ese horror y el de la interminable remodelación del aeropuerto en Barranquilla. Hoy vengo a hablar del gobierno o desgobierno que hemos padecido por más de tres años y que tendremos que sufrir por casi un año más. Eso sin contar con que en Colombia siempre elegimos mal, y la pesadilla puede continuar indefinidamente. El reencauche de Uribe en Duque ha sido una barbarie de la que difícilmente nos recuperaremos pronto.
Y digo lo anterior sopesando la difícil situación por la que pasa el mundo y entendiendo que ningún gobernante pudo haber gestionado esta horrible pandemia de manera perfecta. Se pudo haber gerenciado con mayor atino, pero difícilmente se pudo haber hecho peor de lo que lo han hecho Iván Duque y algunos de sus colaboradores. No digo que sean todos, porque conozco a mucha gente valiosa en el sector público haciendo cuanto está en sus manos por construir un país mejor. Sin embargo, no me quiero concentrar en la pandemia, porque, si bien agravó los problemas del país, en términos globales lo que hizo fue desnudar aún más la ineptitud del exsenador Duque como jefe de Estado.
Claro que se espera que un presidente gobierne
con sus amigos, pero que cuando menos elija a los decentes o a los menos hampones que tenga.
Quiero hablar de las desastrosas actuaciones de los ministros de Defensa Guillermo
Botero y Diego Molano; el fiscal General Francisco Barbosa, que ha
resultado ser tan o más malo que Néstor Humberto Martínez o Eduardo
Montealegre; la procuradora General Margarita Cabello, que absolvió a cientos
de corruptos con su cambio del Código General Disciplinario y determinó que los
$18’000.000’000.000 (sí, todos esos ceros tienen 18 billones de pesos) que se
robaron en la Refinería de Cartagena (Reficar) se perdieron en una "actuación de buena fe" de los ladrones.
La lista es interminable, pero se ve resaltada
en momentos recientes por la exministra de las Tecnologías de las
Comunicaciones, la señora Karen Abudinen, quien llegó al gobierno para que
Duque le pudiera pagar el favor con el que logró llegar a la Presidencia de la
República a los Char. De la señora Abudinen diré que, si bien no hay hechos que
demuestren que es culpable de robarse el dinero, sí es responsable de no hacer
todo lo que estaba en sus manos para evitar que los criminales que conforman la
Unión Temporal Centros Poblados se adueñaran de los setenta mil
millones de pesos, a pesar de las advertencias que le llegaron desde varios rincones,
especialmente las de Paola Herrera (periodista que trabaja para W Radio
Colombia), que desde hace muchos meses, incluso desde antes de que se le
entregara el proyecto a esos ladrones, ya había mostrado cómo ninguna de las
empresas contaba con experiencia en el sector tecnológico y cómo habían
cambiado sus objetos sociales y sus misiones empresariales 8 días antes de que
se les adjudicara la licitación. Aclaro que no sólo Abudinen es culpable,
también lo son el grupo de ineptos que estaba encargado de asegurarse de que
los postulantes cumplieran con la experiencia necesaria para hacer parte de un
proyecto de semejante envergadura.
La interventora Consorcio PE 2020 C Digitales, la encargada de
verificar que la documentación presentada por los interesados en llevar a cabo
el proyecto de llevarle Internet a los colegios más apartados del país no sólo
no hizo un trabajo para el cual se pactó un pago de más de $19.000’000.000,
sino que usó la misma excusa de Margarita Cabello para disculparse por su ineficacia
y actuación criminal: “Actuamos de buena fe”.
Lamentablemente, los escándalos anteriores no son ni serán los únicos de estos tres años de suplicio, que serán cuatro. Basta sólo ver cómo Iván Duque prometió hace más de nueve meses que en tres meses o menos reconstruirían Providencia (escuchar el audio). Hace unos días, en televisión nacional negó haberlo dicho (ver el video). Así es Duque: Mentir le sale del corazón.
Como diría el gran escritor Antonio Caballero Holguín, a quien a propósito le rindo un homenaje póstumo al escribir estas letras y tras enterarme de su fallecimiento el día de hoy: “Como es de sobra sabido, los gobiernos mienten. La mentira es una de las principales herramientas del poder. Tal vez sin llegar al extremo de Donald Trump (…), todos los gobiernos viven de la mentira. Así ahora, con la pandemia del coronavirus, están mintiendo todos al unísono, sean derecha o de izquierda o religiosos o racistas o lo que sean. Mienten aquí en Colombia el presidente Iván Duque y su ministro de Salud”. Sin duda alguna, en este país que tanto amamos y tanto nos duele estamos acostumbrados a la mediocridad.
Y una adenda: Se fue la exministra Karen Abudinen, y ¿de qué nos sirve su renuncia si no ha recuperado los $70.000’0000.00?