"

domingo, 27 de octubre de 2013

Haciéndose rico en un mundo idiotizado

Por: David Quiceno

Todas las sombras, Haciéndose rico en un mundo idiota

De gurús está lleno el mundo. Los hay desde los exitosos, en las registradoras de los supermercados, financiados por Planeta y con el rótulo de Best-Seller; hasta los patéticos, que abren una consultoría de coaching y cual hippie en los sesenta van de puerta en puerta impartiendo buena vibra, actitud positiva. Los tenemos inflados de reputación y dirigiendo doctorados, como Edgar Morín; y en la biblioteca de las tías, como Paulo Coelho. No se limitan a los cotilleos espirituales, como Deepak Chopra, o a las reflexiones de administración, como Robert Kiyosaki. Los hay en medicina y economía, en política y antropología, dando consejos para terminar una relación o para comenzar una empresa. Son tantos, y son cada vez más, por un fenómeno triste: el rol de la autoridad intelectual ha desaparecido, y en su reemplazo salta cada sapo al agua. En esto ha derivado la falta que le hace a nuestra época lo que fue Zolá para la Francia del Caso Dreyfus, lo que fue Borges para la Argentina de Perón o, para no ir más lejos, lo que fue Klim para la Colombia de Lopez Michelsen. No es que las personas dedicadas no existan, sino que se han vuelto invisibles, no tienen despliegue pues les falta la ropa y la sonrisa para que su activismo, si lo pretenden, tenga algún impacto. ¿Cuántos seguidores le quedarían a Slavoj Zizek si se le restan los de Shakira? ¿Cuántos de los lectores de Vargas Llosa sobrevivirían tras un enfrentamiento con los fanáticos de Bono? Por la pura simpatía de las caras nos estamos acostumbrando a la flacidez, a tragar entero, a que actores y reinas dirijan nuestro día a día. No vengo aquí a posar de eminencia, a desplegar el rigor científico del que carecen otros, sino a ejercer la única resistencia que como miembro de la grey puedo ejercer: la denuncia. Vengo a desnudar, en la medida de lo posible, un gurú que, como todos, pretende no serlo.
Cada uno tiene su método. Quienes buscan renombre en la academia apelan a la confusión retórica, intercalan expresiones sin sentido con palabrejas arcáicas para que el lector, embotado, asuma que quien escribe es un erudito. Los esotéricos que venden para amas de casa, como Chopra o Coelho, remiten a imágenes de lo que como paisanos desconocemos, la aritmética detrás de la astrología maya o la teoría de los quarks. De quien me ocuparé el día de hoy, Thomas Corley, escribe para emprendedores incautos y usa las herramientas de la política y la economía: datos, cifras, números, relaciones. Vine a conocerlo por un artículo que publicó la revista Dinero, que titula: '¿qué hábitos lo pueden volver millonario?'. (Ver segunda publicación). Desde aquello he encontrado que el tal Corley es un farsante estereotípico. No sólo se presenta como una autoridad en la materia, consultor de talla internacional que emplea su tiempo estudiando la rutina de los ricos, sino que como buen gurú se da pantalla, aparece en shows de televisión, publica libros y hasta tiene su propia fundación, dedicada a congraciarse y entrevistar personas adineradas (http://richhabits.net/). Pues bien, ¿qué ha salido de tanta dedicación, de tanto coctel, de tanta estadística? El estudio de cinco años que publica Dinero. Comienzo este espacio dándole una pasada a lo que para Corley traza la línea definitiva entre ser una persona rica (que gana más de US$160.000 al año) y una pobre.
Dice Corley (a través de Dinero): "1. El 70% de los ricos come menos de 300 calorías, mientras que el 97% de los que no lo son consumen más de 300 calorías en alimentos chatarra al día". ¿Qué saca uno de ahí? Porque a la interpretación ligera de que comer menos de 300 calorías es un factor determinante para la riqueza le hace falta un contraste; algo así como: ¿qué porcentaje de las personas que consumen menos de 300 calorías son ricas? ¿El 0.001%? ¿El 0.0001%? Y creo que estoy exagerando, toda vez que las personas ricas del mundo, sumadas, representan menos del 0.7% de la población (CreditSuisse). Me diría Corley: ah, pero es que no siguen los demás hábitos. Por ejemplo: ven mucha televisión. (“12. El 67% de los ricos ve una hora de televisión o menos todos los días frente al 23% de los pobres”). Le pregunto: ¿qué hay de todos los indigentes que no llegan a las 300 calorías diarias y no tienen televisión? Y aquí el colmo de la tontería: ah, pero es que no hacen aeróbicos. (“3. El 76% de los ricos hace ejercicios u aeróbicos 4 días a la semana”). ¿Se imagina alguien a Carlos Slim o a Warren Buffet en mallas? La lista sigue, se recomienda llegar puntual, no ver realities, no decir lo que piensa. Leer dos libros al mes, treinta minutos al día, y entre trayectos escuchar audiolibros. Los ricos, como los pinta Corley, parecen una casta de individuos en extremo sensibles, atentos a todo tipo de literatura. Pero lo he dicho al principio: esto es una sarta de mentiras y estadísticas aleatorias. Por todo, incluso por el tamaño de la muestra, que no es para nada representativa. Dice Dinero que para el estudio, de cinco años, se entrevistaron 350 personas adineradas. Según CreditSuisse los ricos del mundo ascienden a 32 millones de personas. La muestra es, entonces, la nadería del 0.001093%. Pero así fuera representativa, así hubiese entrevistado a todos los ricos del planeta los enunciados que presenta Corley se aplican a cualquier introvertido que come poco y va al gimnasio, que tiene una lista de metas y lee a diario. Que no sabe cómo va Protagonistas de novela y que de vez en cuando hace voluntariado. En cada uno de los puntos de este artículo se aplica un silogismo defectuoso, se asume que porque las vacas son herbívoras todos los herbívoros son vacas. ¿El argumento que tiene Dinero para creerle a Corley es que su estudio se tardó cinco años? ¿Le creen porque es norteamericano y usa corbata? ¿Porque va a talkshows o porque dice ser contador público con maestría en impuestos? Seriedad, por favor. Aquí en Colombia, con menos presupuesto y sin difusión, se sacan mejores datos. Me recuerda en esto, Dinero y los discípulos de este estudio, al caballo de Rebelión en la granja, de Orwell, aquel que siempre que las cosas iban mal asumía que el problema estaba en sí mismo, que lo que había era que trabajar más duro, levantarse más temprano. No se le ocurrió nunca al pobre Boxer que el juego estaba arreglado, que las condiciones, desde el principio, eran injustas. Imagínese que le dijeran que el 80% de los ricos conduce un Bentley, un Ferrari o cualquier otro auto de más de 100 mil dólares, ¿sale de ahí que la clave para ser rico es manejar el carro? ¿No será que el carro se puede manejar precisamente porque se es rico? El estudio de RichHabits falla hasta en la lógica. Dice que los ricos leen 30 minutos al día y con eso terminan 2 libros al mes, ¿se van de letra en letra o sólo leen Tolstoi? ¿No será que por aparecer inteligentes, por justificar su exceso de posesiones están mintiendo y los datos, además de malinterpretados, son poco creíbles porque los ricos no leen sino estudios baratos?