Por Francisc Lozano*
¡¿Cómo era posible que el Ejército, una de las instituciones más queridas por los colombianos, se dedicara a secuestrar con engaños a civiles indefensos para asesinarlos a sangre fría y hacerlos pasar por miembros de la guerrilla y otros grupos irregulares, para recibir compensaciones económicas y vacacionales?!
Algunas madres de Soacha exponen las fotografías de sus hijos asesinados por el Ejército. Fuente: elpais.com
Los años 2007 y 2008 fueron horrorosos para
la historia de Colombia. A la crisis económica internacional -que
afortunadamente no fue tan violenta con el país como lo fue con Grecia, España y Portugal, por mencionar algunos- se le sumó una
denuncia de un hábito horrendo que a la postre sería una de las manchas más
oscuras que haya tenido este territorio.
Durante esos años
confirmamos que las ejecuciones extrajudiciales no sólo existían, sino
que eran una práctica sistemática de algunas unidades del Ejército Nacional. Era
el segundo período de Uribe a cargo del Gobierno, y Camilo Ospina y Juan Manuel
Santos habían estado a cargo del Ministerio de Defensa por aquellas épocas.
Con esa revelación, Colombia y el mundo temblaron:
¡¿Cómo era
posible que el Ejército, una de las instituciones más queridas por los
colombianos, se dedicara a secuestrar con engaños a civiles indefensos para
asesinarlos a sangre fría y hacerlos pasar por miembros de la guerrilla y otros
grupos irregulares, para recibir compensaciones económicas y vacacionales?!
A esos horripilantes crímenes se les denomina popularmente
‘falsos positivos’, pero, como repetía incansablemente Mariela Márquez, “ni son
falsos, ni son positivos”. Con las denuncias de esos hechos, algunas capturas y
condenas de militares y el ojo de la prensa y la comunidad internacional puesto
en el tema, parecía que se trataba de un hecho horrendo pero superado.
No obstante, los noticieros del fin de semana demostraron
que no es así. Con el asesinato de Dimar Torres a manos de uno o varios
miembros del Ejército, la presunta participación de miembros de las fuerzas
militares y de policía en los asesinatos de líderes sociales y de algunos
reinsertados de las antiguas Farc, y la visible intención de encubrir el
asesinato del exmilitante de la guerrilla por parte del ministro de Defensa,
Guillermo Botero, uno no puede dejar de preguntarse si los días más horribles
están de regreso.
Diría que me sorprende lo que está ocurriendo en Colombia, pero la verdad es que ya habíamos advertido que era muy probable que cosas como estas ocurrieran nuevamente. Al fin y al cabo, desde la retórica que usó el Centro Democrático para ganar las elecciones, uno ya podía prever qué tipo de gobierno nos iban a dar, y las peores previsiones se están haciendo realidad.
¿Se vendrá una 'Seguridad Democratica' 2.0?