Por Francisc Lozano*
En una frase, su plan consiste en “trabajar, trabajar y trabajar” para que los ricos sean cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres. Y con la ignorancia que abunda en este país, los pobres volverán a verle como un salvador porque, “¡qué tal que nos volvamos como Venezuela!”.
Óscar Iván Zuluaga, el Zorro. Imagen modificada por Francisc Lozano.
En la campaña presidencial del 2014, después de que Uribe le diera una puñalada trapera a su exvicepresidente, Francisco “Pacho” Santos, vimos emerger a Óscar Iván Zuluaga como el flamante candidato del uribismo para recuperar la Presidencia de manos del “traidor” Juan M. Santos. Durante esa campaña, Zuluaga hizo alarde de su trabajo en la dirección del Ministerio de Hacienda, de ser el elegido de Uribe -a quien repetidamente imitaba en su tono y vestimenta-, de su rechazo al acuerdo que se estaba negociando con las Farc y de su “sagacidad” política. Esas características, entre otras, eran su mejor carta para ser presidente. Y habló tanto de la última, que logró que le apodaran “el Zorro”.
El
Zorro, como recordarán muchos lectores, es esa figura mítica de un
personaje que se viste de negro con un antifaz, y que tiene entre sus
herramientas para luchar contra los españoles, además de su espada y caballo,
su audacia o malicia, si se quiere. El Zorro es, ante todo, más pillo que sus
enemigos y, por eso, logra vencerles siempre. Esa característica es, por
supuesto, una exaltación y una humanización de la capacidad que tienen los
zorros para triunfar sobre sus presas en la naturaleza.
Ahora bien, en el caso de
Zuluaga, ¿qué tan zorro alcanzó a ser? Habría que decir que fue capaz de
deshacerse de su contrincante Pacho Santos, y que venció a todos sus oponentes
en la primera vuelta de las elecciones. Ambos logros son compartidos con Uribe,
claro está. Pero en la recta final, Santos y su equipo lograron ganarle la
Presidencia. El margen fue mínimo, pero fue suficiente para vencerlo.
Durante y después de esas
elecciones, empezaron a salir a la luz muchísimas actividades ilegales
realizadas por Zuluaga (y por Santos) en su búsqueda por alcanzar o mantener el cargo más importante
del poder ejecutivo. Entre otras cosas, la imagen del caldense se ensució
porque contrató a un hacker para infiltrar la campaña de su contrincante, negó
haberlo hecho, apareció en un vídeo que confirmaba que estaba mintiendo,
después dijo que no era él quien salía en el vídeo, y terminó diciendo que sí
era él y que sólo “estaba de visita” cuando se filmó, y porque recibió dinero
de Odebrecht (al igual que Santos, pero éste en dos elecciones diferentes) para
financiar su campaña. Desde ese momento,
su imagen pública ha estado en una montaña rusa: un día aparece como inocente,
y el siguiente es nuevamente culpable. Lo cierto es que el presidente de
Odebrecht confirmó que había financiado a ambas campañas y, en consecuencia,
ambos son culpables y deberían estar en la cárcel.
Hace
algunas semanas, de manera increíble e irracional, el Concejo Nacional
Electoral (CNE) declaró que no había pruebas suficientes para demostrar que la
campaña de Zuluaga había recibido financiación extranjera a través de la
multinacional brasileña, un delito consagrado en la Constitución y demostrado
por las
declaraciones de Eleuberto Martorelli, el exrepresentante legal de
Odebrecht Colombia. Tras ese anuncio, los seguidores de Zuluaga esperaban que
él participara por la posibilidad de ser el candidato presidencial del Centro
Democrático (CD), pero Uribe le dijo que no y esgrimió un argumento facilista
del porqué de su decisión. Algunos allegados a Uribe mencionaron la posibilidad
de que hubiesen más pruebas en contra de Zuluaga, y que al participar de la
contienda electoral, esas pruebas fueran filtradas para hacerle daño a Zuluaga
y a las posibilidades del CD de ganar la Presidencia.
Sobre
esas supuestas pruebas poco se sabe, pero lo que sí es obvio es que Uribe no es
tan buen jefe como dicen (acabó con las posibilidades de Francisco Santos de
representar a su partido, se deshizo de Juan Carlos Vélez Uribe cuando contó
cómo habían engañado a la gente para que votara No en el plebiscito, no le dio
oportunidad real a ninguna de las mujeres del partido de ser la candidata
presidencial, se deshizo de todos los involucrados en el cohecho y la
corrupción que logró cambiar la Constitución para su reelección, y la lista
sigue) y que Zuluaga de zorro sólo tiene la Z. Y lo digo porque un tipo de su
supuesta audacia no hubiese sido tan imbécil como para aparecer en reuniones
con hackers que estaban infiltrando a sus contrincantes y dejarse filmar, o
para permitir que una empresa extranjera le ayudara a financiar su campaña, a
pesar de estar prohibido por la Constitución. Pero sobre todo, un tipo tan “zorro”
como él pretendía ser, no hubiera confiado sus posibilidades de luchar por la
Presidencia de la República a la voluntad de Uribe para apoyarlo. Un “zorro” se
hubiera dado cuenta
de que si ya se lo había hecho a Pacho Santos, también se lo iba a hacer a él,
a Paloma Valencia, a Samuel Mejía, a Rosario
Guerra y a cualquier otro que se atraviese en su plan maestro.
Plan que consiste en recuperar la
Presidencia por persona interpuesta, en acabar con lo que se ha logrado en
materia de resolución del conflicto con Las Farc, en destruir la Ley de
Restitución de Tierras (las únicas dos cosas medianamente buenas que hizo
Santos en 8 años), en sacar a su hermano
de la cárcel y en seguir favoreciendo la acumulación de tierras y capital por
parte de su familia y financiadores. En una frase, su plan consiste en
“trabajar, trabajar y trabajar” para que los ricos sean cada vez más ricos, y
los pobres cada vez más pobres. Y con la ignorancia que abunda en este país,
los pobres volverán a verle como un salvador porque, “¡qué tal que nos volvamos
como Venezuela!”.
¡Felices fiestas!
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