Por Francisc Lozano*
Por los yerros cometidos por Santos, quien decidió manejar su relación con el poder Legislativo a través dádivas y dineros para incentivar la corrupción, y la falta de compromiso de muchos congresistas con el futuro del país y con los ciudadanos que los llevaron al Parlamento, este es un Congreso S.A., o lo que es lo mismo: una máquina de hacer dinero para sus financiadores y olvidarse de su función principal: hacer de Colombia un país mejor para todos.
Senado de la República de Colombia. Imagen de: Globalrights.info |
Hasta antes del primer Gobierno
de Santos, a la posibilidad que tenía un congresista de solicitarle al
Ejecutivo una partida presupuestal para ser invertida en la circunscripción que
representa, se le llamaba “auxilio parlamentario”. Los auxilios parlamentarios no son nuevos.
Según lo relata Alfonso
Palacio, “En la Constitución del 86, a pesar de todo, el Congreso tenía la
iniciativa para poner cualquier clase de leyes [incluyendo las relacionadas con
gastos, inversiones y obras públicas]”, pero en 1968 se prohibió rotundamente.
Con la Constitución del 91, esa capacidad revivió, y con la ascensión de Santos
al poder, empezó a llamársele, de manera coloquial, “mermelada”.
Los auxilios parlamentarios
tienen, en principio, un propósito loable: Permitirle al congresista la
participación en los planes de inversión económica y social que la rama
ejecutiva tiene para cada departamento. Y como -se supone- el congresista
representa a los habitantes de una región, el Gobierno le está dando
participación a los ciudadanos en las decisiones que toma sobre en qué
invertir. Y digo que es loable en principio, porque muy pocos congresistas
representan realmente a los ciudadanos y gran parte de los planes de inversión
terminan sirviendo intereses particulares en las regiones. Muchos parlamentarios
están en el Congreso para aprobar leyes que le permitan a sus familiares y/o
financiadores de sus campañas hacer dinero con los recursos públicos.
Y es precisamente en esos casos
en los que los auxilios se convierten en la manera más eficaz que tienen los
corruptos para desangran el erario, y en consecuencia a la Nación. Cuando a un
parlamentario se le aprueba la financiación de un proyecto de infraestructura
en su departamento por $100.000.000.000, por ejemplo, él (o ella) le dará la
orden al alcalde o gobernador de contratar con la firma constructora que le
financió la campaña. Esta constructora se encargará de inflar los costos de
construcción hasta que se asegure de obtener entre sus ganancias por lo menos 2
o 3 veces el dinero invertido en la campaña del congresista. Así es como los
proyectos terminan valiendo dos veces más de lo que en teoría costaban,
construidos con materiales inadecuados y muchas veces no se culminan. Decir que
todos los congresistas hacen lo mismo sería una irresponsabilidad de mi parte
porque sé que hay gente en el Parlamento que sólo intenta ayudar a mejorar el
país, pero lo anterior es más o menos un recuento de cómo funcionan los
auxilios, la financiación de las campañas y la ejecución de obras civiles a
través del país.
En las
últimas semanas hemos visto a un Congreso más ineficiente que de costumbre, a
pesar la vital importancia que los proyectos de ley que cursan en esta
institución tienen para el futuro del país. Se han estado discutiendo la
Jurisdicción Especial de Paz (JEP), las Circunscripciones Especiales de Paz y la Reforma Política,
entre otros. Y la importancia de los tres anteriores está en que el primero
permite crear una institución transitoria para que juzgue a los miembros de los
grupos armados inmersos en el conflicto colombiano y le permita a quienes no
hayan cometido actos de lesa humanidad hacer política. El segundo es, en
resumen, la posibilidad de que las personas que más han sufrido en este
conflicto puedan tener representantes en el Congreso para que legislen por
ellos. Su aprobación o no está en el limbo porque sólo 50 senadores dieron su voto de aprobación. Y el tercero permite que los movimientos y partidos políticos pequeños
presenten listas conjuntas para aspirar a los escaños de todas las
instituciones públicas del país que, de otra forma, terminan principalmente en
manos de los partidos políticos con maquinaria (La U, CR, CD, Conservador,
Liberal), poder y dinero para comprarlos.
Ninguna
de esas tres iniciativas representa ganancia para los congresistas que se
oponen porque no hay transferencias económicas de por medio, ni pueden amasar más
poder del que ya tienen a través de ellas. Por eso han decidido trabajar a
media máquina; retirarse del recinto (Centro Democrático), a pesar de haber
acabado con el espíritu de la ley (darle voz a los olvidados por todos); votar
en contra, aunque durante 7 años han vivido del Gobierno para hacer sus
campañas (Cambio Radical, Liberal, La U, Conservador); y obligar al Gobierno a
hundir la reforma porque ella les quitaría la posibilidad de acumular todo el
poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial a nivel nacional. Pero no sólo eso,
muchos de los congresistas están esperando a que Santos les apruebe nuevas
partidas (auxilios, mermelada o como las quieran llamar), para poder darle los
votos que el proceso de negociación entre el Gobierno y las Farc requiere para
poder ser una realidad.
Congreso de la República de Colombia. Imagen tomada de: Wikimedia.org
Por los
yerros cometidos por Santos quien decidió manejar su relación con el poder
Legislativo a través dádivas y dineros para incentivar la corrupción, y la
falta de compromiso de muchos congresistas con el futuro del país y con los
ciudadanos que los llevaron al Parlamento, este es un Congreso S.A., o lo que
es lo mismo: una máquina de hacer dinero para sus financiadores y olvidarse de
su función principal: hacer de Colombia un país mejor para todos.
Ñapa: Si usted quiere hacer patria y construir Nación, le invito a leer este artículo en el que le contarán quiénes son los congresistas que se oponen a que el país abrace una paz de verdad y transforme las instituciones corruptas que tienen las riendas del presente y el futuro de Colombia. Cuando lea el nombre del parlamentario por el que usted votó o dejó de votar hace 3 años, recuérdelo bien para que le dé el castigo que se merece por no hacer respetar su mandato. Cuando vaya a votar el próximo año, elija a alguien que sí sea decente y se preocupe por su bien y el de sus hijos. Por favor no lleve más parásitos al Congreso. Le adelanto unos nombres: Álvaro Uribe y toda su secta, Viviane Morales, Hernán Andrade, Juan M. Corzo (sí, el mismo al que “no le alcanza su sueldo para echarle gasolina a sus carros”), Sofía Gaviria, Carlos F. Galán y Cambio Radical, Álvaro Ashton, etc. No se olvide de revisar la lista.
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