
Por Francisc Lozano*
La escena la hemos visto en innumerables ocasiones: en la sala de interrogatorios, sentado en una silla y frente a una mesa, está el sospechoso o testigo de algún crimen. Instantes después llegan dos policías. Uno es violento, ofensivo y no se apega a la ley. El otro es amable, comprensivo y se ofrece para servir como confidente y defensor del testigo o sospechoso, incluso si eso significa enfrentarse a su compañero.
En la realidad política, económica y social de Colombia -que es el sospechoso/testigo-, el policía bueno se llama Alvaro Uribe, un político...