Por Francisc Lozano*
“Cuando el debate se ha perdido, la calumnia es la herramienta del perdedor”.
Aristóteles
A lo largo de la historia de la
humanidad, los seres humanos han intentado perfeccionar los métodos para hallar
conocimiento y acercarse a la verdad. Los mayores logros en ese sentido son la ciencia y el método científico. Hace poco más de dos mil años, Aristóteles
fue uno de los grandes precursores de ese esfuerzo. Además de la lógica
argumentativa fundamental, el heleno también estableció el silogismo y la lógica deductiva
como las formas más precisas de alcanzar el ‘sophos’ o la ‘σοφία’ (sophia: sabiduría). Pero no se limitó a ello,
también creó parte de la estructura de un debate y condenó abiertamente
el ataque personal como método para ganar las discusiones. Con el paso del tiempo, llegarían
otros pensadores que pondrían todo su esfuerzo intelectual en mejorar los métodos aristotélicos
del razonamiento y/o demostrar que otros métodos eran más eficientes, precisos
y eficaces.
"Las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas".
Víctor Hugo
En el presente, y el pasado
recientes, no obstante, hemos visto un fenómeno muy particular que se ha tomado
los procesos electorales más renombrados de América y Europa: la falta de capacidad
argumentativa o el ataque malicioso al contradictor y no a sus ideas o
posturas (Falacia ad
Hominem) reina en los encuentros entre candidatos, en la publicidad de cada campaña y, claro, en todos los debates.
Trump ganó en USA llamando
“crooked Hillary” (Hillary la
deshonesta o la corrupta) a su adversaria política, pero nunca demostró por qué era corrupta o qué había
de malo en sus propuestas para el futuro de USA. Boris Johnson fue uno de los
grandes defensores de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE).
Uno de sus argumentos principales era que era necesario recuperar la soberanía
y reducir los gastos del país en la organización económica más grande del
mundo. Johnson nunca fue capaz de explicar cómo el país estaba perdiendo dinero
teniendo acceso ilimitado al mercado más grande del mundo (UE) y gozando de los
beneficios de moverse libremente y vivir libremente en el viejo continente y ni de qué era esa soberanía que tanto anhelaba recuperar.
Pero no se limitó a su ignorancia, además atacó a quienes no estaban de acuerdo
con él. El Plebiscito en Colombia no fue diferente, tanto los defensores del Sí
como los del No dedicaron innumerables horas de su tiempo para insultar a sus
opositores ideológicos, no a combatir sus ideas o conceptos con ideas mejor estructuradas. El representante
del uribismo, Juan Carlos Vélez Uribe, confesó que se dedicaron a esparcir mentiras y a apelar a las emociones, no a la lógica, para lograr que ganara el No.
Las elecciones en Francia, Costa Rica y México no han estado ni estarán libres de esta trágica tendencia: en el país galo, la llegada de Marie Le Pen y su nacionalismo retrógrado (xenofobia) eran hechos tan peligrosos y latentes, que los franceses, conscienstes del peligro que ello representaba, eligieron a Macron, un presidente que está decidido a acabar los logros que en materia laboral han alcanzado los franceses (como Uribe en Colombia). Costa Rica también nos dio un gran susto: Laura Moscoa y su esposo, Fabricio Alvarado (el candidato que las encuestas daban como ganador de la Presidencia), son unos fanáticos religiosos que (vean este vídeo desde el minuto 13.No se van a arrepentir), entre otras cosas, prometieron gobernar con la Biblia en la mano y se vislumbraban como una pesadilla para todas las personas no heterosexuales y no cristianas del país centroamericano (como Ordóñez y Morales en Colombia), y evitan el debate de ideas, sólo hablan desde la fe. Afortunadamente, los costarricenses eligieron a un presidente más moderado, aparentemente. México no ha estado ajeno a esta terrible tendencia. Allá, igual que en Colombia, Ecuador y Uruguay, por mencionar unos pocos ejemplos, se usa la ragedia de Venezuela para engendrar la xenofobia hacia nuestros hermanos patriotas y para señalar a algunos candidatos como quienes "quieren convertir al país en una segunda 'Venezuela'". El disco está rayado y no existe prueba alguna de la veracidad de esas acusaciones infundadas, pero a la gente le gusta creer en cosas inexplicables e irracionales, y dudar de la 'redondez' de la Tierra y otros hechos demostrados, así somos.
Las elecciones en Francia, Costa Rica y México no han estado ni estarán libres de esta trágica tendencia: en el país galo, la llegada de Marie Le Pen y su nacionalismo retrógrado (xenofobia) eran hechos tan peligrosos y latentes, que los franceses, conscienstes del peligro que ello representaba, eligieron a Macron, un presidente que está decidido a acabar los logros que en materia laboral han alcanzado los franceses (como Uribe en Colombia). Costa Rica también nos dio un gran susto: Laura Moscoa y su esposo, Fabricio Alvarado (el candidato que las encuestas daban como ganador de la Presidencia), son unos fanáticos religiosos que (vean este vídeo desde el minuto 13.No se van a arrepentir), entre otras cosas, prometieron gobernar con la Biblia en la mano y se vislumbraban como una pesadilla para todas las personas no heterosexuales y no cristianas del país centroamericano (como Ordóñez y Morales en Colombia), y evitan el debate de ideas, sólo hablan desde la fe. Afortunadamente, los costarricenses eligieron a un presidente más moderado, aparentemente. México no ha estado ajeno a esta terrible tendencia. Allá, igual que en Colombia, Ecuador y Uruguay, por mencionar unos pocos ejemplos, se usa la ragedia de Venezuela para engendrar la xenofobia hacia nuestros hermanos patriotas y para señalar a algunos candidatos como quienes "quieren convertir al país en una segunda 'Venezuela'". El disco está rayado y no existe prueba alguna de la veracidad de esas acusaciones infundadas, pero a la gente le gusta creer en cosas inexplicables e irracionales, y dudar de la 'redondez' de la Tierra y otros hechos demostrados, así somos.
Hace casi dos años escribí una
columna sobre el ‘Brexit,
Trump y el Plebiscito en Colombia’ y lo que parece ser un imparable
crecimiento del fascismo, el nacionalismo, la ignorancia peligrosa y el racismo a nivel global. Con pocas
excepciones, el mundo se debate entre los valores democráticos, el totalitarismo y la xenofobia.
Hoy, en casi todos los países hay representantes de ideas radicales que
sobreponen el nacionalismo, el patriotismo o incluso la eugenesia a la
oportunidad de convivir con personas que vienen de otros países, de otras etnias o de otras
clases sociales. En ese artículo también cité a Aristóteles, quien decía “sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay
un mal: la ignorancia”. Y no podría estar más de acuerdo con él. Ya hemos
visto, incansablemente, cuánto daño hace la ignorancia.
En la actualidad, las elecciones
en Colombia vuelven a estar dominadas por el ataque al opositor político.
Nadie se salva. Todos los candidatos, incluso los más respetados, preparados y admirados por nosotros,
han dedicado parte de su tiempo a ofender o atacar a sus rivales: de De la
Calle dijeron que “era el candidato de las Farc”, en pocas ocasiones dijeron
qué está mal con sus propuestas.
De Duque se dice que es un
títere, que quien gobernará es Uribe, que no tiene experiencia, que no ha
administrado ni una tienda y otras cosas más que, aunque parecen a toda luz ser
ciertas, nada tienen que ver con sus propuestas. Pocos han dicho qué está mal
con ellas.
De Fajardo se dice que es tibio,
que no toma partido, pero pocos o ninguno se dedica a decir si sus propuestas
en materia económica, educativa y social contribuyen o no a mejorar la
situación actual de Colombia.
De Petro dicen que es “castrochavista”,
que usa zapatos de marca Ferragamo, que fue guerrillero, que estuvo en la toma
del Palacio de Justicia (completamente falso, por demás), que es comunista, y
muchas cosas más, pero no he visto a mucha gente decir qué hay de malo en sus
propuestas para Colombia.
Vargas Lleras no es la excepción:
se le acusa de comprar votos, tener fichas políticas en casi todas las
entidades públicas del país, de usar a alcaldes, senadores y gobernadores para
conseguir votos, de ser violento e irrespetuoso, de usar la imagen de la mujer
irrespetuosamente para ganar votos, de ser el jefe de la “mermelada” y la corrupción
y, aunque todo eso es cierto, no hay mucha gente explicando por qué sus
propuestas son inconvenientes para el país y cuáles sí son útiles.
Como pueden notar, todos los candidatos se atacan entre ellos con mayor o menor grado de alevosía, pero los demás ciudadanos no estamos lejos de ese fenómeno: entre los ataques personales más comunes en las redes sociales o en las calles, están los de “mamerto”, “paraco”, “uribestia”, “guerrillero”, “enmermelado”, "farcsantos" y muchos más. El elemento más importante de la elección no es el debate de ideas, como debería ser, si hubiéramos aprendido algo de Aristóteles, sino el ataque personal, que sólo termina demostrando la falta de capacidad al argumentar.
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