Este conflicto, que ya llega a una existencia mayor a los 50 años, ha tenido un personaje principal que nunca quiso ser su protagonista: la población civil. De todas las partes involucradas en el conflicto, la población civil ha sido la más afectada. En los últimos treinta años, el número de víctimas del conflicto armado colombiano ha llegado a la abrumadora cifra de seis millones cuarenta y tres mil cuatrocientas setenta y tres (6.043.473) personas, según Semana. Aunque parezca irrelevante hablar de este tema a días de las elecciones parlamentarias, es importante saber que este Congreso puede tener en sus manos la paz que por siglos nos ha sido esquiva, y que su influencia podría cambiar nuestra historia para siempre.
Por otro lado, aclaro que como todos los colombianos que hemos nacido en las últimas cinco décadas, nunca he visto a mi país en paz, y que apoyo con todas mis fuerzas el proceso de diálogo que se está llevando a cabo en Cuba entre los miembros del gobierno y de las Farc. Sin embargo, es erróneo suponer que a partir de la firma de un acuerdo entre el gobierno y la guerrilla, nuestro país se transformará automáticamente en un remanso de armonía. Ese acuerdo sería un primer paso para alcanzar la anhelada paz, pero no lo es todo.
Durante los últimos meses del año 2013 y los primeros de este año, el país ha visto la postulación de candidatos para ocupar todos los cargos públicos que quedarán vacantes con la probable salida de los actuales congresistas y el posible cambio de la administración presidencial. Una de las principales propuestas que hemos escuchado a una gran parte de los aspirantes a todos esos cargos públicos ha sido que “quieren gobernar para alcanzar la paz”. El lema de la mayoría es la paz, y aunque eso demuestra que el país quiere detener este derramamiento insensato de sangre, los colombianos deben preocuparse. Lo primero que hay que decir es que el Congreso de la República está dividido en comisiones, y que no todas las comisiones tienen competencia en el desarrollo de los diálogos que se llevan a cabo en Cuba. Lo segundo es que la paz no se alcanzará con la firma de un acuerdo con las Farc. Además de eso, el país deberá crear procesos de diálogo con el ELN, los paramilitares, los narcotraficantes, las bandas criminales y, lo más importante, con la población civil. Por extraño que parezca, la paz duradera provendrá del pueblo más que de los grupos irregulares y las fuerzas militares o los poderes ejecutivo, judicial y legislativo. Sólo es necesario revisar la historia del país, y descubriremos que el origen de la guerra es la desigualdad, por eso sólo un estado con igualdad nos dará la paz.
Ahora bien, volviendo al tema de las campañas políticas, es fundamental tener en cuenta que además de la disponibilidad para conformar la paz, se necesitan planes estructurados para lograrla. Más que oír decir “yo quiero hacer la paz”, se necesita escuchar: “Estos son mis planes para lograr una paz verdadera y de larga duración”. Esa es la tarea de nuestros gobernantes y la tarea de cada uno de nosotros es construir la paz desde nuestros entornos. Que no nos salgan con ideas insulsas; que nos hablen de planes y de proyectos alcanzables, no de promesas.
¿CÓMO LOGRAMOS LA PAZ REAL?
*Francisc Lozano (1988): administrador de empresas de la Universidad Nacional de Colombia