No pienso quedarme en el facilismo
de la cultura y las investigaciones: Discovery, History, Señal Colombia. Su
labor, sin duda encomiable, ofrece un producto tan diferente a quienes lideran
la carrera por el rating que dificulta la comparación. Por otro lado su
credibilidad está cada vez más manchada, en el caso local, por documentales
falaces (cuyos datos, de todas maneras, nadie verifica ni condena), y en el
internacional por elementos sensacionalistas (infinitos programas sobre ovnis o
realities de médiums). Quiero discutir buen entretenimiento, con tesis, con
significado. En definitiva: buena televisión dramática, que la hay. Para
empezar quisiera ofrecer al lector un par de indicadores que tal vez
desconozca. Por un lado, el ranking de las
100 series mejor escritas, elaborado por la Asociación Americana de Guionistas.
Por otro el listado que se va creando a partir de la votación entre los mismos
televidentes en el Internet Movie DataBase (IMDb
highest rated TV Series).
¿Qué hacen allí, tan adelante,
bufonadas como 'Arrested Development' o '30 Rock'? No sé, imagino que algo similar
a lo que le da mil ochocientos millones de visitas al 'Gangnam Style', del rapero
Psy. Pero sí sé de otros que se han ganado su lugar con un guión sorprendente,
una producción limpia y unas actuaciones destacadas, como 'Dexter' o 'Sopranos'. No
pretendo, ni mucho menos, haber pasado por todos los elementos de la lista,
pero sí le he metido el diente a un buen número de ellos. Reconozco que se
trata en su mayoría de series norteamericanas, pero lo más seguro es que esto
extrañe a pocos. Si hay una industria sobre la que Estados Unidos posea una ventaja
descomunal con respecto a sus competidores es la de las artes audiovisuales. En
contraposición el modelo con el que se hace televisión en Latinoamérica impide,
casi adrede, las buenas historias. No por la tecnología de las cámaras y los
efectos especiales; que se entiende proliferan en las potencias económicas;
sino por lo que se busca con el producto: presentar cinco o seis nuevos
capítulos de lunes a sábado después del noticiero de las siete, sin
interrupciones entre temporadas, salvo los quince días de sagrado descanso en
la navidad. ¿A qué genio torrencial se le pueden encargar guiones con
contenido, con reflexiones, para entregar, uno tras otro, todos los días a las
cuatro de la tarde durante dos o tres años? Es la prisa, el afán de producir y
no la falta de creatividad, lo que nos deja a nosotros con 'Padres e Hijos' y a
ellos con 'Boardwalk Empire', lo que permite que allá el arte todavía tenga un
propósito social y aquí nos presente como caricaturas, como puro
entretenimiento. Porque las empresas que se dedican a esto, con seriedad, con
estructura, nos traen doce capítulos al año, que se pulen hasta el minuto antes
de salir al aire. Las buenas historias, pues, no es que tengan que provenir de
Estados Unidos, pero de allá salen, porque allá están las condiciones para
hacerlas. Y hay una en especial, por encima de la aclamada 'Breaking Bad' o de la
minuciosa 'Mad Men', de la favorita del presidente Obama, 'Homeland', y de la
fantástica 'Game of Thrones'; una serie que nos pinta un universo tan rico, tan
interesante, tan lleno de sorpresas en cada recoveco que me atrevo a señalar
está por encima de casi toda la literatura narrativa que ha visto la luz en este siglo. Porque, digámoslo de paso, la crítica intolerante a la televisión
suele coincidir con la defensa ciega a la literatura. El mensaje, repito, no
depende del medio, no es verdad que un libro siempre será mejor que una
película. No todo lo escrito es interesante ni todo lo representado vacuo. Al
contrario, de libros malísimos pueden salir filmes excelentes y, de libros
excelentes, filmes pésimos. Hay una serie, digo, que por su trama intrincada,
por la relevancia de su denuncia y por la variedad y complejidad de sus
personajes merece elogios por encima de las demás. Pero se me va acabando el
espacio de esta entrada, así que prometo dedicarle la próxima