Por: Paul Piff*
Quiero que, por un momento, piense en jugar un juego de Monopoly. Excepto que en este juego esa combinación de destreza, talento y suerte que le ayuda a triunfar en los juegos, como en la vida, se ha vuelto irrelevante, porque este juego ha sido arreglado y usted tiene la ventaja. Tiene más dinero, más oportunidades de moverse por el tablero, y más acceso a los recursos. Y mientras piensa en esa experiencia quiero que se pregunte: "¿cómo esta oportunidad de ser un jugador privilegiado en un juego arreglado cambia la forma en que pienso de mí mismo y respecto al otro jugador?".
En el campus de la Universidad de California en Berkeley hicimos un estudio para revisar exactamente esa pregunta. Trajimos al laboratorio más de cien pares de desconocidos y con el lanzamiento de una moneda asignamos aleatoriamente a uno de los dos para que fuera el jugador rico en el juego arreglado. Tenían dos veces el dinero del otro. Al pasar por el principio recogían el doble del salario, y podían tirar dos dados en vez de uno, así que podían moverse por el tablero mucho más. En el transcurso de quince minutos vimos a través de cámaras ocultas lo que sucedió.
Los jugadores se dieron cuenta con rapidez que algo pasaba. Una persona claramente tiene más dinero que la otra, y aun así, conforme el juego se desarrollaba, aparecieron diferencias notables, diferencias dramáticas entre los dos jugadores. El jugador rico comenzó a moverse con estruendo alrededor del tablero, literalmente golpeando con su pieza mientras se movía. Encontramos, con mayor probabilidad, signos de dominación y gestos no-verbales, muestras de poder y celebración entre los jugadores ricos. A un lado de la mesa teníamos un tazón de pretzels. Eso nos permitía observar el comportamiento de consumo de los participantes. Así que contamos cuántos pretzels se comían los participantes.
De acuerdo, sin sorpresas, la gente nos descubrió. Se preguntaban, para empezar, qué hacía allí ese tazón de pretzels. Uno incluso preguntó si el tazón de pretzels era un truco. Y aún así, a pesar de eso, la fuerza de la situación parece dominar inevitablemente, y aquellos jugadores ricos comenzaron a comer más pretzels.
Y mientras el juego continuaba, uno de los patrones realmente interesantes y dramáticos que observamos comenzó a hacerse evidente, los jugadores ricos empezaron a ser rudos con la otra persona, cada vez menos y menos sensibles hacia la situación de esos otros pobres, pobres jugadores, y más y más ostentosos de su éxito material, más propensos a exhibir qué tan bien lo estaban haciendo.
Aquí está lo que pienso es de verdad interesante. Al final de los quince minutos, le pedimos a los jugadores que nos contaran su experiencia durante el juego. Y cuando los jugadores ricos contaban por qué inevitablemente habían ganado en este juego arreglado de Monopoly, hablaban de lo que habían hecho para comprar las diferentes propiedades y ganarse su éxito en el juego, y se volvieron mucho menos conscientes de todas esas características especiales de la situación, incluyendo el lanzamiento de moneda que, aleatoriamente, los había colocado en la posición privilegiada. Y esa es una increíble perspectiva de cómo la mente le da sentido a la ventaja.
Este juego de Monopoly puede usarse como una metáfora para entender a la sociedad y su estructura jerárquica, donde algunas personas poseen mucha riqueza y estatus, y muchos otros no. Tienen mucha menos riqueza, mucho menos estatus y mucho menos acceso a los recursos valiosos. Y lo que mis colegas y yo hemos estado haciendo por los últimos siete años es estudiar los efectos de esta clase de jerarquías. Lo que hemos venido encontrando en docenas de estudios y miles de participantes en todo el país es que, mientras la riqueza de una persona crece, sus sentimientos de compasión y empatía decrecen, y la sensación de que tiene derecho, de que es merecedor, y su ideología y egoísmo se incrementan. Mediante encuestas encontramos que son los individuos más ricos los más propensos a moralizar la codicia como algo bueno y que la búsqueda del propio interés es favorable y moral. Lo que quiero hacer hoy es hablar acerca de algunas de las implicaciones de esta ideología egoísta. Hablar sobre por qué deben importarnos estas consecuencias y concluir con qué puede hacerse al respecto.
Algunos de los primeros estudios que hicimos en esta área revisaban el comportamiento de ayuda, lo que algunos psicólogos sociales llaman comportamiento pro-social. Estábamos muy interesados en quién es más propenso a brindar ayuda a otra persona, alguien que es rico o alguien que es pobre. En uno de los estudios reunimos miembros ricos y pobres de la comunidad en un laboratorio y le dimos a cada uno el equivalente a 10 dólares. Les dijimos que podían quedarse con estos 10 dólares, o podrían compartir una parte, si querían, con un desconocido totalmente anónimo. Ellos nunca se verían con el desconocido y el desconocido nunca sabría quiénes son ellos. Y monitoreamos cuánto la gente daba. Quienes ganaban 25.000, a veces menos de 15.000 dólares al año, dieron 44% más de su dinero al desconocido que gente que ganaba 150.000 o 200.000 dólares al año.
Pusimos a gente a jugar para ver quién es más o menos propenso a hacer trampa para incrementar sus probabilidades de ganar un premio. En uno de los juegos incluso arreglamos una computadora para que al tirar los dados fuera imposible obtener un número sobre una puntuación determinada. No podías obtener más de 12 en este juego y aun así, entre más rico eras, mayor era la probabilidad de que hicieras trampa para obtener créditos de cara a un premio de 50 dólares, a veces hasta tres o cuatro veces más probable.
Condujimos otro estudio donde observamos si la gente se inclinaba a tomar dulces de un frasco que explícitamente identificamos como reservado para niños. No estoy bromeando. Sé que suena como si estuviera contando un chiste. Les dijimos explícitamente a los participantes que este era un frasco de dulces para niños participantes en un laboratorio de desarrollo cercano. “Están en los estudios. Esto es para ellos”. Entonces monitoreamos qué tantos dulces tomaban. Los participantes que se sentían ricos tomaban el doble de dulces que los participantes que se sentían pobres.
Incluso estudiamos los carros. No cualquier carro, sino si los conductores de distintos tipos de vehículos son más o menos propensos a romper la ley. En uno de estos estudios, observamos si los conductores se detenían ante un peatón que colocamos esperando a cruzar la calle. En California, como todos saben, porque estoy seguro que todos lo hacemos, es Ley detenerse ante un peatón que espera para cruzar. Aquí tenemos un ejemplo de cómo lo hicimos.
Ese es nuestro cómplice a la izquierda posando como peatón. Se acerca mientras el camión rojo se detiene con éxito. En la manera típica de California es sobrepasado por el autobús que casi atropella a nuestro peatón. Aquí tenemos un ejemplo de un carro más costoso, un Prius, siguiendo derecho y un BMW haciendo lo mismo. Así que hicimos esto con cientos de vehículos, durante varios días, registrando quién se detenía y quién no. Lo que encontramos es que mientras el precio de un carro se incrementa, la tendencia del conductor a romper la Ley también lo hace. Ninguno de los carros en nuestra lista de los menos costosos rompió la Ley. Cerca del 50% de los carros en nuestra categoría de los más costosos rompió la Ley. Hemos hecho otros estudios y encontrado que los individuos ricos son más propensos a mentir en las negociaciones y apoyar conductas contra la ética en el trabajo, como robar dinero de la caja registradora, aceptar sobornos, mentir a los clientes.
No pretendo sugerir que son sólo las personas ricas las que muestran este patrón de comportamiento, para nada. De hecho, creo que todos en nuestro día a día, en nuestras vidas minuto a minuto, luchamos con estas motivaciones en competencia de cuándo, o si, ponemos nuestros intereses por encima de los de otras personas. Y eso es comprensible porque el Sueño Americano es una idea en la cual todos tenemos una oportunidad igual de tener éxito y prosperar, siempre que nos esforcemos y trabajemos duro, y una parte de esto significa que, algunas veces, uno necesita poner sus propios intereses por encima de los intereses y el bienestar de quienes lo rodean. Pero lo que estamos encontrando es que, entre más rico eres, también eres más propenso a perseguir una visión de éxito personal, de logro y realización, en detrimento de otros a tu alrededor.
Aquí he trazado para ustedes el ingreso medio de los hogares recibido por cada quinta parte y el cinco por ciento superior de la población, durante los últimos 20 años. En 1993 las diferencias entre los quintiles de la población, en términos de ingreso, son relativamente notorias. No es difícil distinguir que hay diferencias. Pero en el transcurso de los últimos 20 años esa diferencia notoria se ha convertido en un Gran Cañón de clases entre los de arriba y todos los demás. De hecho, el 20% superior de nuestra población posee cerca del 90% de la riqueza en este país. Estamos ante niveles de desigualdad económica sin precedentes. Lo que esto significa es que la riqueza no sólo se ha venido concentrando en las manos de un selecto grupo de individuos, sino que el Sueño Americano se está volviendo cada vez más inalcanzable para una creciente mayoría de nosotros. Y si este es el caso, como hemos venido encontrando, que entre más rico seas te sientes con más derecho a esa riqueza, y es más probable que le des prioridad a tus intereses por encima de los intereses de otras personas, y que estés dispuesto a hacer cosas para servir a ese egoísmo, entonces no hay razón para pensar que esos patrones cambiarán. De hecho, hay muchas razones para pensar que sólo está empeorando, y así es como se vería si las cosas mantuvieran el mismo crecimiento lineal otros 20 años.
La desigualdad económica es algo por lo que todos deberíamos preocuparnos, y no sólo por aquellos en el fondo de la jerarquía social, sino porque a los individuos y grupos con mucha desigualdad económica les va peor, no sólo a los del fondo, a todos. Hay una gran cantidad de investigaciones convincentes, provenientes de los mejores laboratorios en todo el mundo, que muestran la variedad de asuntos que se deterioran mientras la desigualdad económica empeora. Movilidad social, cosas que realmente nos importan, salud física, confianza social, todo empeora mientras la desigualdad aumenta. De forma similar, las cosas negativas en los colectivos sociales y las sociedades, asuntos como la obesidad, la violencia, el encarcelamiento y el castigo, se exacerban con el aumento de la desigualdad económica. De nuevo, estos son resultados no sólo experimentados por unos pocos, sino que repercuten en todos los estratos de la sociedad. Incluso la gente en la parte superior experimenta estos efectos.
Entonces, ¿qué hacemos? Esta cascada de efectos perniciosos y negativos que se perpetúan a sí mismos puede parecer algo salido de control, y no parece haber nada que, como individuos, podamos hacer al respecto. Pero, de hecho, hemos venido encontrando en nuestra propia investigación de laboratorio, que pequeñas intervenciones psicológicas, pequeños cambios en los valores de las personas, pequeños empujones en ciertas direcciones pueden restaurar niveles de igualdad y empatía. Por ejemplo, recordar a la gente los beneficios de la cooperación, o las ventajas de la comunidad, hace que los individuos ricos sean tan igualitarios como los pobres. En un estudio hicimos que la gente mirara un breve vídeo, de solo 46 segundos, acerca de la pobreza infantil. Servía como un recordatorio de las necesidades de otros en el mundo alrededor de ellos. Y después de ver el vídeo, observamos qué tan dispuesta estaba la gente a ofrecer su tiempo a un extraño en apuros que se les presentó en el laboratorio. Una hora después de ver el vídeo las personas ricas se habían vuelto tan generosas con su propio tiempo para ayudar a otra persona, un extraño, como alguien pobre, sugiriéndonos que estas diferencias no son innatas, ni categóricas, sino susceptibles a ligeros cambios en los valores de las personas, y pequeños empujones de compasión y golpes de empatía.
Más allá de las paredes de nuestro laboratorio, estamos empezando a ver signos de cambio en la sociedad. Bill Gates, uno de los individuos más ricos de nuestra nación, en su discurso de graduación de Hardvard habló sobre el problema que enfrenta la sociedad con la desigualdad como el reto más intimidante, y habló sobre qué debe hacerse para combatirla, diciendo: "los mayores avances de la humanidad no están en sus descubrimientos, sino en cómo estos descubrimientos se aplican para reducir la iniquidad". Y allí está la Giving Pledge, en la cual más de 100 de los individuos más ricos de nuestra nación se han comprometido a donar la mitad de sus fortunas a la caridad. Y está el surgimiento de docenas de movimientos, como We are the One Percent, Resource Generation, o Wealth for Common Good, en los cuales los miembros más privilegiados de la población, miembros del uno por ciento y otros lugares, personas ricas, están usando sus propios recursos económicos, adultos y jóvenes por igual. Eso es lo que más llama mi atención, están aprovechando sus propios privilegios, sus propios recursos económicos, para combatir la desigualdad mediante la promoción de políticas sociales, cambios en valores sociales y cambios en el comportamiento de las personas. Trabajan en contra de sus propios intereses económicos, pero pueden terminar restaurando el Sueño Americano.
En el campus de la Universidad de California en Berkeley hicimos un estudio para revisar exactamente esa pregunta. Trajimos al laboratorio más de cien pares de desconocidos y con el lanzamiento de una moneda asignamos aleatoriamente a uno de los dos para que fuera el jugador rico en el juego arreglado. Tenían dos veces el dinero del otro. Al pasar por el principio recogían el doble del salario, y podían tirar dos dados en vez de uno, así que podían moverse por el tablero mucho más. En el transcurso de quince minutos vimos a través de cámaras ocultas lo que sucedió.
De acuerdo, sin sorpresas, la gente nos descubrió. Se preguntaban, para empezar, qué hacía allí ese tazón de pretzels. Uno incluso preguntó si el tazón de pretzels era un truco. Y aún así, a pesar de eso, la fuerza de la situación parece dominar inevitablemente, y aquellos jugadores ricos comenzaron a comer más pretzels.
Y mientras el juego continuaba, uno de los patrones realmente interesantes y dramáticos que observamos comenzó a hacerse evidente, los jugadores ricos empezaron a ser rudos con la otra persona, cada vez menos y menos sensibles hacia la situación de esos otros pobres, pobres jugadores, y más y más ostentosos de su éxito material, más propensos a exhibir qué tan bien lo estaban haciendo.
Aquí está lo que pienso es de verdad interesante. Al final de los quince minutos, le pedimos a los jugadores que nos contaran su experiencia durante el juego. Y cuando los jugadores ricos contaban por qué inevitablemente habían ganado en este juego arreglado de Monopoly, hablaban de lo que habían hecho para comprar las diferentes propiedades y ganarse su éxito en el juego, y se volvieron mucho menos conscientes de todas esas características especiales de la situación, incluyendo el lanzamiento de moneda que, aleatoriamente, los había colocado en la posición privilegiada. Y esa es una increíble perspectiva de cómo la mente le da sentido a la ventaja.
Este juego de Monopoly puede usarse como una metáfora para entender a la sociedad y su estructura jerárquica, donde algunas personas poseen mucha riqueza y estatus, y muchos otros no. Tienen mucha menos riqueza, mucho menos estatus y mucho menos acceso a los recursos valiosos. Y lo que mis colegas y yo hemos estado haciendo por los últimos siete años es estudiar los efectos de esta clase de jerarquías. Lo que hemos venido encontrando en docenas de estudios y miles de participantes en todo el país es que, mientras la riqueza de una persona crece, sus sentimientos de compasión y empatía decrecen, y la sensación de que tiene derecho, de que es merecedor, y su ideología y egoísmo se incrementan. Mediante encuestas encontramos que son los individuos más ricos los más propensos a moralizar la codicia como algo bueno y que la búsqueda del propio interés es favorable y moral. Lo que quiero hacer hoy es hablar acerca de algunas de las implicaciones de esta ideología egoísta. Hablar sobre por qué deben importarnos estas consecuencias y concluir con qué puede hacerse al respecto.
Algunos de los primeros estudios que hicimos en esta área revisaban el comportamiento de ayuda, lo que algunos psicólogos sociales llaman comportamiento pro-social. Estábamos muy interesados en quién es más propenso a brindar ayuda a otra persona, alguien que es rico o alguien que es pobre. En uno de los estudios reunimos miembros ricos y pobres de la comunidad en un laboratorio y le dimos a cada uno el equivalente a 10 dólares. Les dijimos que podían quedarse con estos 10 dólares, o podrían compartir una parte, si querían, con un desconocido totalmente anónimo. Ellos nunca se verían con el desconocido y el desconocido nunca sabría quiénes son ellos. Y monitoreamos cuánto la gente daba. Quienes ganaban 25.000, a veces menos de 15.000 dólares al año, dieron 44% más de su dinero al desconocido que gente que ganaba 150.000 o 200.000 dólares al año.
Pusimos a gente a jugar para ver quién es más o menos propenso a hacer trampa para incrementar sus probabilidades de ganar un premio. En uno de los juegos incluso arreglamos una computadora para que al tirar los dados fuera imposible obtener un número sobre una puntuación determinada. No podías obtener más de 12 en este juego y aun así, entre más rico eras, mayor era la probabilidad de que hicieras trampa para obtener créditos de cara a un premio de 50 dólares, a veces hasta tres o cuatro veces más probable.
Condujimos otro estudio donde observamos si la gente se inclinaba a tomar dulces de un frasco que explícitamente identificamos como reservado para niños. No estoy bromeando. Sé que suena como si estuviera contando un chiste. Les dijimos explícitamente a los participantes que este era un frasco de dulces para niños participantes en un laboratorio de desarrollo cercano. “Están en los estudios. Esto es para ellos”. Entonces monitoreamos qué tantos dulces tomaban. Los participantes que se sentían ricos tomaban el doble de dulces que los participantes que se sentían pobres.
Incluso estudiamos los carros. No cualquier carro, sino si los conductores de distintos tipos de vehículos son más o menos propensos a romper la ley. En uno de estos estudios, observamos si los conductores se detenían ante un peatón que colocamos esperando a cruzar la calle. En California, como todos saben, porque estoy seguro que todos lo hacemos, es Ley detenerse ante un peatón que espera para cruzar. Aquí tenemos un ejemplo de cómo lo hicimos.
Ese es nuestro cómplice a la izquierda posando como peatón. Se acerca mientras el camión rojo se detiene con éxito. En la manera típica de California es sobrepasado por el autobús que casi atropella a nuestro peatón. Aquí tenemos un ejemplo de un carro más costoso, un Prius, siguiendo derecho y un BMW haciendo lo mismo. Así que hicimos esto con cientos de vehículos, durante varios días, registrando quién se detenía y quién no. Lo que encontramos es que mientras el precio de un carro se incrementa, la tendencia del conductor a romper la Ley también lo hace. Ninguno de los carros en nuestra lista de los menos costosos rompió la Ley. Cerca del 50% de los carros en nuestra categoría de los más costosos rompió la Ley. Hemos hecho otros estudios y encontrado que los individuos ricos son más propensos a mentir en las negociaciones y apoyar conductas contra la ética en el trabajo, como robar dinero de la caja registradora, aceptar sobornos, mentir a los clientes.
No pretendo sugerir que son sólo las personas ricas las que muestran este patrón de comportamiento, para nada. De hecho, creo que todos en nuestro día a día, en nuestras vidas minuto a minuto, luchamos con estas motivaciones en competencia de cuándo, o si, ponemos nuestros intereses por encima de los de otras personas. Y eso es comprensible porque el Sueño Americano es una idea en la cual todos tenemos una oportunidad igual de tener éxito y prosperar, siempre que nos esforcemos y trabajemos duro, y una parte de esto significa que, algunas veces, uno necesita poner sus propios intereses por encima de los intereses y el bienestar de quienes lo rodean. Pero lo que estamos encontrando es que, entre más rico eres, también eres más propenso a perseguir una visión de éxito personal, de logro y realización, en detrimento de otros a tu alrededor.
Aquí he trazado para ustedes el ingreso medio de los hogares recibido por cada quinta parte y el cinco por ciento superior de la población, durante los últimos 20 años. En 1993 las diferencias entre los quintiles de la población, en términos de ingreso, son relativamente notorias. No es difícil distinguir que hay diferencias. Pero en el transcurso de los últimos 20 años esa diferencia notoria se ha convertido en un Gran Cañón de clases entre los de arriba y todos los demás. De hecho, el 20% superior de nuestra población posee cerca del 90% de la riqueza en este país. Estamos ante niveles de desigualdad económica sin precedentes. Lo que esto significa es que la riqueza no sólo se ha venido concentrando en las manos de un selecto grupo de individuos, sino que el Sueño Americano se está volviendo cada vez más inalcanzable para una creciente mayoría de nosotros. Y si este es el caso, como hemos venido encontrando, que entre más rico seas te sientes con más derecho a esa riqueza, y es más probable que le des prioridad a tus intereses por encima de los intereses de otras personas, y que estés dispuesto a hacer cosas para servir a ese egoísmo, entonces no hay razón para pensar que esos patrones cambiarán. De hecho, hay muchas razones para pensar que sólo está empeorando, y así es como se vería si las cosas mantuvieran el mismo crecimiento lineal otros 20 años.
La desigualdad económica es algo por lo que todos deberíamos preocuparnos, y no sólo por aquellos en el fondo de la jerarquía social, sino porque a los individuos y grupos con mucha desigualdad económica les va peor, no sólo a los del fondo, a todos. Hay una gran cantidad de investigaciones convincentes, provenientes de los mejores laboratorios en todo el mundo, que muestran la variedad de asuntos que se deterioran mientras la desigualdad económica empeora. Movilidad social, cosas que realmente nos importan, salud física, confianza social, todo empeora mientras la desigualdad aumenta. De forma similar, las cosas negativas en los colectivos sociales y las sociedades, asuntos como la obesidad, la violencia, el encarcelamiento y el castigo, se exacerban con el aumento de la desigualdad económica. De nuevo, estos son resultados no sólo experimentados por unos pocos, sino que repercuten en todos los estratos de la sociedad. Incluso la gente en la parte superior experimenta estos efectos.
Entonces, ¿qué hacemos? Esta cascada de efectos perniciosos y negativos que se perpetúan a sí mismos puede parecer algo salido de control, y no parece haber nada que, como individuos, podamos hacer al respecto. Pero, de hecho, hemos venido encontrando en nuestra propia investigación de laboratorio, que pequeñas intervenciones psicológicas, pequeños cambios en los valores de las personas, pequeños empujones en ciertas direcciones pueden restaurar niveles de igualdad y empatía. Por ejemplo, recordar a la gente los beneficios de la cooperación, o las ventajas de la comunidad, hace que los individuos ricos sean tan igualitarios como los pobres. En un estudio hicimos que la gente mirara un breve vídeo, de solo 46 segundos, acerca de la pobreza infantil. Servía como un recordatorio de las necesidades de otros en el mundo alrededor de ellos. Y después de ver el vídeo, observamos qué tan dispuesta estaba la gente a ofrecer su tiempo a un extraño en apuros que se les presentó en el laboratorio. Una hora después de ver el vídeo las personas ricas se habían vuelto tan generosas con su propio tiempo para ayudar a otra persona, un extraño, como alguien pobre, sugiriéndonos que estas diferencias no son innatas, ni categóricas, sino susceptibles a ligeros cambios en los valores de las personas, y pequeños empujones de compasión y golpes de empatía.
Más allá de las paredes de nuestro laboratorio, estamos empezando a ver signos de cambio en la sociedad. Bill Gates, uno de los individuos más ricos de nuestra nación, en su discurso de graduación de Hardvard habló sobre el problema que enfrenta la sociedad con la desigualdad como el reto más intimidante, y habló sobre qué debe hacerse para combatirla, diciendo: "los mayores avances de la humanidad no están en sus descubrimientos, sino en cómo estos descubrimientos se aplican para reducir la iniquidad". Y allí está la Giving Pledge, en la cual más de 100 de los individuos más ricos de nuestra nación se han comprometido a donar la mitad de sus fortunas a la caridad. Y está el surgimiento de docenas de movimientos, como We are the One Percent, Resource Generation, o Wealth for Common Good, en los cuales los miembros más privilegiados de la población, miembros del uno por ciento y otros lugares, personas ricas, están usando sus propios recursos económicos, adultos y jóvenes por igual. Eso es lo que más llama mi atención, están aprovechando sus propios privilegios, sus propios recursos económicos, para combatir la desigualdad mediante la promoción de políticas sociales, cambios en valores sociales y cambios en el comportamiento de las personas. Trabajan en contra de sus propios intereses económicos, pero pueden terminar restaurando el Sueño Americano.
Traducción al español: David Quiceno