Por Francisc Lozano*
Santos y Uribe. Fuente: Wikimedia.org
Lo primero que quiero decir es
que acepto los resultados que nos entregó nuestra democracia ayer, 2 de octubre. Yo, en temas
políticos, soy ante todo un demócrata y no me atrevería a decir que los
comicios han sido fraudulentos sin tener pruebas, y no las tengo.
Ahora que he dejado mi opinión
clara sobre los resultados de la votación de ayer, debo decir que no estoy de
acuerdo con muchas personas que han dicho que aquí ganó la democracia. Y no lo
digo por el resultado del plebiscito, lo digo por la poca gente que salió a
votar. Veamos los siguientes datos:
El censo electoral, publicado por
la Registraduría Nacional del Estado Civil, dice que 34'899.945
(ver datos) personas estaban autorizadas para votar ayer. No obstante,
sólo 13 millones 66 mil 47 personas salieron a votar. De esos, 170.946 fueron
votos nulos y 86.243 no fueron marcados. El No al plebiscito ganó con el 50,21%
de los 12’808.898 votos válidos, y el Sí sólo obtuvo los 6’377.438 votos
restantes. Todos los datos pueden ser verificados en la página web de la Registraduría.
Lo anterior quiere decir que 21’833.898
personas que podían votar no lo hicieron. No sé cuáles sean las razones para
ese hecho, pero me aventuraré a crear unas hipótesis:
Primero, los colombianos no
estamos seguros de la utilidad de la democracia. A partir de 1991 con la
promulgación de la Constitución, todos los cargos de representación de la
sociedad se han hecho susceptibles de ser elegidos por la población. Ahora
podemos elegir alcaldes y gobernadores, y no esperar a que el presidente los
designe a dedo. A pesar de eso, parece que aún no confiamos en la democracia
para expresar nuestros ideales. No todo es culpa del elector, también la
democracia nos ha fallado en muchas ocasiones, como cuando asesinaron a Galán,
a Lara, a Pizarro, a Guillermo Cano, al papá de Iván Cepeda, cuando le volaron
los dedos a Vargas Lleras, cuando asesinaron a Garzón, cuando Escobar llegó al
Congreso, cuando mueren todos los inocentes y aquí nada se resuelve o cuando se
modificó ilegalmente la Constitución para permitir la reelección de Uribe y
posibilitar la de Santos o cuando los 3 mil muchachos asesinados por el
ejército no pudieron ser salvados. No obstante, la democracia también nos ha enseñado
a creer: Mockus fue un buen alcalde de Bogotá, algunos presidentes de Colombia
intentaron reformar el país y ponernos en la esfera de los países más
educados o influyentes del mundo. A Santos se le reeligió con el propósito de llegar a un
acuerdo con Las Farc, y lo ha logrado. También la democracia funcionó cuando salimos a
marchar en contra de Las Farc a principios de los años 2000, cuando marchamos
por la paz el año anterior y cuando Fajardo transformó a su ciudad en un lugar
mejor. Hay muchos ejemplos, no puedo listarlos todos.
Segundo, mucha gente no sabe para
qué sirve un voto. En las democracias representativas, como la nuestra, el voto
es un contrato ciudadano: yo apoyo las propuestas de alguien con mi voto, y ese
alguien se compromete a cumplir esas propuestas y yo me comprometo a hacerle
seguimiento. Por eso es que le entrego mis esperanzas con el voto, porque podré
ser un veedor de su labor. Así mismo funcionaba el voto de ayer: yo entregaba
mi voto, y el Gobierno Nacional, Las Farc, y yo mismo nos comprometíamos a
hacer de este un país en el que la muerte no sea más preponderante que la vida.
Un país en el que sea más importante discutir las ideas con palabras que
silenciarlas con tiros. Eso no pasó ayer, pero espero que pase pronto.
Tercero, la gente no se siente
identificada con la democracia. Cuando hay muchos candidatos para un cargo público,
yo me siento feliz. La pluralidad generalmente significa que hay más
probabilidades de que uno o varios de los candidatos tenga ideas que se
parezcan o que representen a las mías.
Cuarto, los políticos le han
fallado a la democracia y al país. Mucha gente desconfía de la democracia
gracias a las acciones de muchos políticos que han desangrado las finanzas de
este país. Esta es probablemente la principal causa de todos los problemas de nuestra democracia, y origina la
apatía de muchos colombianos por la misma. Esta razón es, en parte, el origen de
las razones primera y segunda.
Por las razones anteriores, tengo
que decir que aquí no sólo no ganó la democracia, sino que, muy por el contrario, perdió y mucho.
No voy a asignarle la culpa de lo
ocurrido ayer a quienes dijeron NO al plebiscito. Ustedes tienen todo el
derecho de votar como quieran, y ese derecho lo respeto por encima de todo. Me
preocupa que muchos, tal vez, hayan votado NO por las mentiras que vi
distribuidas por las redes sociales: “nos vamos a volver un país “castro-chavista””;
“lo mismo pasó en Venezuela y en Cuba”; “no van a reparar a las víctimas”; “el
acuerdo les ofrece impunidad total”; “les van a pagar $1’800.000 al mes”, "se viene la reforma tributaria sólo para pagar los acuerdos", etc, etc.
No, esa culpa me la asigno yo, y se la asigno a todos los que como yo creímos
en el Acuerdo de La Habana. Se la asigno a Santos por no ser capaz de desligar
el SÍ de su persona, de su inexistente favorabilidad y polularidad entre los colombianos, a Gaviria por no lograr
asumir de manera responsable la consigna de unir a los colombianos por el SÍ, a
Claudia López, a Mockus, a Robledo y a todos los demás que, estando a favor del
Sí, fuimos incapaces de convencer a los del No de las ventajas de parar la
guerra ya.
También se la asigno a nuestra democracia imperfecta y a los 21 millones de personas que, siendo el 45,4% de nuestra población y el 62,5% del censo electoral, decidieron dejar esta trascendental decisión en manos de los 13 millones de personas que votamos. Ellos estarán desencantados, pero yo estoy decepcionado porque fueron simples espectadores de lo que está ocurriendo. Si alguno de los que he mencionado se siente ofendido por lo que estoy compartiendo, no tengo problema en reconocer toda la culpa del batacazo que nos han asestado ayer los promotores del No. Yo le fallé a mi país, y a los niños de mi país, y le fallé a la humanidad porque no fui capaz de convencer a mis adversarios políticos de las ventajas que traería consigo el Acuerdo de La Habana. Yo sé que hay desventajas en él, pero siempre que salvemos vidas, aunque sea una sola, todo sacrificio habrá valido la pena.
También se la asigno a nuestra democracia imperfecta y a los 21 millones de personas que, siendo el 45,4% de nuestra población y el 62,5% del censo electoral, decidieron dejar esta trascendental decisión en manos de los 13 millones de personas que votamos. Ellos estarán desencantados, pero yo estoy decepcionado porque fueron simples espectadores de lo que está ocurriendo. Si alguno de los que he mencionado se siente ofendido por lo que estoy compartiendo, no tengo problema en reconocer toda la culpa del batacazo que nos han asestado ayer los promotores del No. Yo le fallé a mi país, y a los niños de mi país, y le fallé a la humanidad porque no fui capaz de convencer a mis adversarios políticos de las ventajas que traería consigo el Acuerdo de La Habana. Yo sé que hay desventajas en él, pero siempre que salvemos vidas, aunque sea una sola, todo sacrificio habrá valido la pena.
Algunas repercusiones
Siempre que visito un lugar
diferente a mi natal Colombia, alguien se acerca y me pregunta de dónde soy.
Cuando me oye decirle estas palabras: “Soy colombiano”, su cerebro empieza a
asociarme con personas como Escobar, Tirofijo, Uribe, Santos, Carlos Castaño o
Mancuso, y casi siempre vienen las preguntas obligadas para un colombiano que está por fuera del país: “¿Eres
familiar de Pablo Escobar?”, “¿es cierto que su cocaína es la mejor del mundo?”,
“¿hay mucha violencia allá?”. Yo siempre pensé que se trataba de una
estigmatización sistemática contra los colombianos, y aunque sé que hay millones de
nosotros que no queremos ser asociados con esas cosas y parar la violencia, muy
a mi pesar, me temo que ayer le demostramos al mundo que no se ha equivocado al
señalarnos así. Hace 8 años un miembro del gobierno inglés dijo: "Los colombianos son violentos por naturaleza", y aunque me he negado a creerlo veraz, con lo de ayer eso parece ser una realidad.
Repito que acepto lo ocurrido ayer. Lo acepto porque confío en nuestra
democracia, a pesar de sus falencias. Pero me ha dolido inmensamente, y no he
podido salir de mi tristeza y evitar el llanto constante al pensar que pudimos
haber tirado a la basura una oportunidad que puede llegar a ser irrepetible.
Tal vez pronto esos sentimientos pasen y olvide mi decepción, y yo siga con mi vida normal. Con una vida que hemos hecho
normal en medio de las noticias de masacres y de secuestros y de explosiones.
A causa de tanto vivir en medio de la guerra, creo que nuestro país ha entrado en un proceso de deshumanización tan grande y terrible, que somos capaces de menospreciar las vidas de quienes han muerto hasta hoy, con el propósito de “ahorrarnos”
unos pesos que tendremos que gastar en más armamento y entrenamiento de nuestros
militares, y despreciamos el fin de la guerra por no entregar 10 escaños en el
Congreso, y eso me llena de dolor. Han podido más esas ambiciones personales
que la ambición de un país mejor para todos o para la mayoría. Hemos tenido los oídos sordos al clamor de Toribío, de Bojayá, de Caloto, de Apartadó, Cajibío y de todos esos lugares que han sufrido la guerra en carne propia y en los que
la población salió a decir: “No más guerra, digo SÍ al plebiscito”. Yo de verdad creo que le hemos fallado a la humanidad porque, como dijo Jonh Carlin, "si votar sí es traicionar a los muertos, votar no es traicionar a los vivos y a los que están por nacer".
Los Ganadores
Ayer ganaron los promotores del No, obviamente, pero además ganó
Uribe, y ganaron Las Farc.
Los del No ganaron porque ahí
están los resultados para ser mostrados.
En cuanto a Uribe, se suponía
que, el senador, estaba extremadamente interesado en esta negociación, pero hoy le
ha dado una nueva bofetadaal país (visite el artículo anterior) al decidir no presentarse al pacto que propuso Santos: no es ni la primera ni la última vez
que lo hace porque a él no le interesa el acuerdo, le interesa ser el único que
pueda tomar la decisión final. Sus intereses personales y cálculos políticos
están por encima de la ciudadanía, incluso de esa que tanto lo idolatra. Si su interés real era/es la negociación con la
guerrilla, debió haber asistido hoy a la reunión que convocó el presidente,
pero él está esperando al momento preciso en el que su palabra y su decisión
puedan tener el impacto mediático y político que a él tanto le encanta y que
mueve masas a su alrededor y asegurarle a su bendecido un gran apoyo para las elecciones del 2018. Yo sé que no todos los que votaron NO son uribistas,
y que no todos los uribistas votaron No. No obstante, resulta gracioso, y hasta paradójico, que quienes votaron No y no son uribistas, no tendrán representación
alguna en este nuevo pacto político. ¿O ustedes creyeron que alguien iba a venir a sus casas a preguntarles qué les gusta y qué les disgusta del acuerdo? No señores,
todo lo decidirán Uribe y Las Farc.
No puedo evitar decir que nadie presupuestaba el triunfo del No, y que éste
cogió por sorpresa incluso al mismo Uribe. No es gratis que ayer se haya tardado
horas en salir a hablarle al país. Estaba escribiendo un discursito que no había
pensado dar, y ahora, como están las cosas no sólo tiene que armar esos discursos, sino que proponer cómo resolver el problema que se ha
abierto con el fracaso del Sí en el plebiscito. Lo anterior nunca estuvo en sus
planes. Su “acuerdo mejor” no es más que un eufemismo para evitar decir que no
sabe qué va a hacer y cómo lo va a hacer. Su mezquindad se hace presente una y
otra vez, y hoy le ha mostrado a Colombia que no es que quiera un acuerdo mejor, es que
quiere ser el firmante el acuerdo.
¿Por qué ganaron Las Farc?
Las Farc han ganado porque, los
que dijeron No ayer, pusieron en manos de ellas la posibilidad de volver a
negociar. Es improbable que las Farc vayan a ceder en su propósito de participar
en política y de no pagar cárcel. Pero esas son las exigencias de Uribe, por lo
que un acuerdo como el que ofrecen Uribe, el Centro Democrático y otros resulta poco viable y bastante
irreal. No obstante, espero que llegue a buen puerto.
De verdad espero que los que ganaron
ayer, sepan manejar esa victoria para el bien del país. Me alegra escuchar o
leer que los que ganaron dicen: “esto hay que construirlo entre todos”. Yo
espero que sí lo podamos construir entre todos, y espero que los insultos de
parte de quienes dijimos Sí paren contra quienes dijeron No. Yo estoy dispuesto
a aportar mi tiempo, mi conocimiento y mis intenciones de hacer de Colombia un
país mejor para trabajar con quienes dijeron NO ayer. Porque yo sí creo en el
perdón y en la reconciliación que he promulgado desde que era un niño y que nuestras víctimas han ofrecido, a pesar de su dolor.
Ayer le dijimos NO a un sueño que he tenido desde que
era un niño y escuchaba hablar de las bombas puestas por Escobar y sus hombres
en toda Colombia, los atentados de las guerrillas y las masacres perpetradas
por los militares y los paramilitares: que el país no se siga desangrando, y
que después consigamos la paz de verdad. Espero que ese No sólo signifique
haber aplazado ese sueño y no haberlo acabado para siempre.
Aquí estoy para trabajar con ustedes: los del Sí, los abstencionistas y los del No.
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