"

domingo, 22 de diciembre de 2013

Empezar a escribir

Por: Javier Vivancos*


Empezar a escribir, Todas las sombras

Ardua tarea, si uno no sabe por dónde comenzar. Este espacio lo dedico a dar una pequeña recomendación que sirva como introducción en el arte de escribir ficción. No me extenderé demasiado, dado que terminaría repitiendo o plagiando, así que me limitaré a proporcionar un esquema básico de partida, algo así como mi propia reseña literaria para quien pueda servirle de orientación. Me dedico a escribir novelas, hasta ahora pertenecientes al género de suspenso o al de humor. En mis relatos varío la tónica y aprovecho para hacer experimentos. Pero a lo que iba; ¿qué necesita uno para empezar a escribir? Generalmente, una historia. Empecé mi primera novela (hasta entonces me había limitado a algún relato suelto, artículos de opinión, módulos para partidas de rol y un libro-juego) en 2004, y lo hice a partir de un sueño. Dicho sueño me dio una idea que en sí no es muy original, pues versaba sobre un capítulo de una serie de televisión (Buffy: the vampire slayer). Lo importante del asunto fue que me dio pie a volcar esa historia en alguna parte. No tenía mucho, en realidad, tan sólo la voluntad de querer escribirla, por diversión; sentarme ante el ordenador y teclear día tras día sin desfallecer. Si puedes hacer eso, vas por buen camino.
Tienes tu historia, vagamente, como imágenes sueltas que necesitas hilvanar. Puedes tomar notas, hacer un guión, definir a los personajes, crear cronologías, buscar textos que te puedan documentar sobre cuestiones técnicas de detalle. Pero no necesitas más: deja que la historia fluya sobre la marcha. Mucha gente se pierde por el camino, se agobia. Hay quien recomienda capitular, estructurar. En realidad, sólo necesitas crear fragmentitos, ir poco a poco. Luego ya les darás forma global, crearás un índice si te hace falta. Mi primera novela tenía esa estructura de partes, capítulos y secciones numeradas. Lo cierto es que facilita el proceso, pero no hay por qué encorsetar el texto. Si te resulta más fácil, hazlo así, y luego podrás definir los párrafos y suprimir la numeración que no te haga falta. Escribe tu historia y contémplala crecer durante el camino. Comprobarás que tienes ideas, quizá debas detenerte y planificar un poco, pero sólo un poco, no pretendas tener todo el libro de antemano en tu cabeza. Muchos escritores consagrados dicen que es bueno no saber qué final va a tener una novela, y es cierto. Aunque puedas tener una idea al respecto, tal vez consideres varias posibilidades, o tal vez descubras sobre la marcha un final más interesante. Ya tienes lo básico: ganas de escribir, constancia, y una historia. Escribe y no te preocupes de si estás cometiendo fallos gramaticales y demás. Si es la primera vez que intentas algo grande, te vendrá bien fijarte en la estructura, en los párrafos y el estilo de otros libros. Adóptalo como un primer modelo antes de definir el tuyo. Yo tomé el “IT” de Stephen King. Y, por desgracia, necesitarás talento. Todos queremos creer que se puede entrenar, pero lo cierto es que aunque los cursos literarios y la formación lingüística vienen muy bien, casi con seguridad no te van a brindar esa capacidad, esa fluidez y esa creatividad que uno necesita y que se ha manifestado, posiblemente, desde la infancia. Ponte a escribir y fluye. Si te gusta lo que escribes (aunque tenga faltas y errores), si te gusta cómo lo escribes, si estás leyendo tu texto y el estilo se parece al que te gustaría leer en uno de los libros que compras, te prestan o sacas de la biblioteca, entonces vale.
Eso es lo básico. Luego necesitarás herramientas. Las herramientas lingüísticas elementales ya debes haberlas aprendido en la escuela. Si estás verde en algunos campos, como me pasaba a mí, no importa; todo lo que está almacenado en tu cabeza irá encontrando la forma de corregirse consultando diccionarios y viejos apuntes. Poco a poco irás puliendo; incluso existen cursos para eso: no te preocupes. En mi primera novela cometía muchas erratas del tipo 'alrededor mío', tiempos verbales confusos, adjetivación excesiva, carencia de tildes, etc. Se puede y se debe entrenar. No va a ser eso lo que te detenga, pero procura escribir medianamente bien o te verás más que supeditado a contratar los servicios de un corrector literario. Otro tipo de herramientas son las del oficio creativo en sí, harán falta para que tus textos posean la riqueza necesaria y que su lectura sea cuando menos interesante. Este tipo de herramientas son muy importantes y, como ya he dicho, si no las dominas, se pueden aprender a base de lectura. Ese es otro de los secretos del arte y oficio de escribir: leer y escribir mucho. ¿No tienes tiempo para leer? Mal asunto; te recomiendo que lo hagas, y no sólo para aprender y disfrutar (que es de lo que va la lectura), sino también para no entumecerte; para enriquecerte y adoptar recursos estilísticos que quizá se te pasaron por alto, tal vez aportando alguna variante para tus textos. Esas herramientas de estilo están ampliamente documentadas y las podrás encontrar en cualquier libro de mejora de textos literarios. Alba editorial tiene una colección buena; son libros finitos y muy caros, pero el contenido lo vale. También me gustaría destacar un libro interesante a propósito del oficio de escribir: ‘Mientras escribo’, de Stephen King; no es práctico en cuanto a técnicas concretas, pero aporta una visión personal y consejos tangibles (mundanos) sobre cómo narrar historias. Estas técnicas, de las que hablo mucho y concreto poco, dichas así parecen alguna fórmula secreta para el éxito literario. No. Son simples recursos estilísticos que un buen narrador de historias va manejando conforme su pericia aumenta. Abarcan desde la estructuración (por ejemplo, empezar a narrar de delante atrás o recurrir a los flashbacks) hasta procurar suprimir los adverbios acabados en '-mente'. Las herramientas de estilo son aquello que hace más interesante, rico y variado al texto; aquello que procura no repetir adjetivos, no redundar, no explicar dos veces lo mismo, etc. Muchos escritores noveles, tal vez porque pecamos de malos poetas, metemos la pata diciendo cosas del estilo “era tan bella y preciosa”. A eso se le llama poner dos adjetivos sinónimos; uno de ellos sobra. Otras veces metemos la pata diciendo: “estaba sediento, así que abrió el grifo para beber agua”, ¿y si no para qué iba a abrir el grifo? También solemos abusar de los adjetivos pequeño y profundo. ¿Ha quedado claro a qué clase de herramientas me estoy refiriendo?
Pero si hay una técnica por excelencia (las estoy llamando técnicas, aunque se trata más de formas de expresar ideas sin resultar plomizo), al menos para mí, es la que deriva de diferenciar entre 'decir' y 'mostrar'. Estamos diciendo cuando escribimos: “Juan estaba cansado, así que dejó de trabajar”; estamos mostrando cuando explicamos: “Juan tenía las sobaqueras de un color oscuro delator, jadeaba y apenas si podía sostenerse en pie, así que dejó el azadón a un lado”. No se trata de utilizar una u otra forma de descripción, sino de conocerlas y saber adaptarlas según la intención y naturaleza de nuestro texto. Normalmente, es más rico mostrar que decir, porque nos demuestra con imágenes que el lector puede ver, con hechos, con pruebas que, en efecto, el personaje está cansado.
También habrás de cuidar el tiempo de la narración. Si te encuentras describiendo escenas en donde todo transcurre a gran velocidad o en donde tratas de imprimir ritmo, necesitarás frases cortas, verbos que evoquen rapidez, fijar la atención del texto sobre elementos que se muevan o sufran los efectos del movimiento de los personajes. A su vez, si estamos describiendo una escena en donde todo se desarrolla con lentitud, podremos recrear con frases largas y subordinadas, detenernos más en los detalles y las descripciones. No hay que olvidar que todo en el texto guarda relación con todo. No se trata de rellenar páginas con palabrería barata. Se trata de decir lo apropiado para el objetivo que buscamos en el momento; todo lo demás sobra. Y no se trata de una cuestión de escribir best sellers o, por el contrario, literatura densa. Se trata de contar lo necesario, aunque nos salga un quijote.
Una vez tienes tu historia, tus herramientas y tus ganas de escribir, tendrás que aprender a sortear los obstáculos típicos de cualquier narrador, aquellos que hacen que la historia flojee por alguna parte: exceso o falta de descripción, personajes pasivos, carencia de suspenso, historia demasiado predecible, personajes planos y repetitivos, diálogos poco creíbles, falta de información, falta de verosimilitud, expectativas que no se cumplen. No existe una cura preventiva para esto. Necesitarás práctica y el hábito de revisar tus textos conforme vayas aprendiendo más sobre el oficio. Cuando escribí mi primera novela, me sorprendí de la historia, de lo enfermizamente fluida que me salía. Al principio, todo lo que escribía me gustaba. Tuve más o menos el desarrollo previsto para estos casos: me atascaba con detalles técnicos, me detenía en buscarlos y seguía adelante. Inventaba nuevas escenas, enlazaba cosas, tomaba notas y revisaba para corregir; pero sobre todo escribía, la historia se vendía sola. Cuando llegó el glorioso pero triste momento de cerrarla, llega el no menos triste (por lo arduo) proceso de corregirla. Y como era un novato, lo tuve que hacer muchas veces. Ahora suelo corregir sobre la marcha, y luego, una vez acabadas, un par de veces más. Hay que detenerse, ir poco a poco, y descansar. Si te das el atracón porque te entra la prisa, tus ojos lo verán todo bonito y se te colarán verdaderos gazapos. Necesitarás corregir, mejorar el texto (lo que casi siempre implica acortarlo), completar alguna cosilla, pulir erratas, obtener una visión de conjunto de la historia, ver si el ritmo es el apropiado, si las escenas son lo que tú querías, -lo cual quedará más claro en una segunda corrección que ha de ser tan lenta, o más, que la primera-. Puedes hacer más correcciones, pero tampoco te vuelvas loco; te recomiendo en tal caso que busques algún libro de autoayuda de esos que hablan del perfeccionismo y te cures antes de seguir con el oficio. Una novela puede parecernos un primor al principio, y un petardo inocente después. Dejar transcurrir un tiempo (meses e incluso algún año) y luego volver a ella puede ser revitalizador.
Recapitulando: descubre tu historia, ponte manos a la obra y no desfallezcas. Entrena tu técnica y sigue aprendiendo. Revisa tus textos, aprende de tus errores y sigue adelante. Esto, a grandes rasgos, es lo que he aprendido y he descubierto. Aún sigo leyendo y escribiendo: aún sigo aprendiendo. Haz tú lo mismo, es el mejor de los consejos. ¡Ánimo!

*Javier Vivancos: novelista español perteneciente al género terror/suspenso. Entre otras obras, es autor de las novelas Lucrecia se oscurece, Yo vi tu silueta y Los últimos días de la sombra. Algunos de sus relatos pueden leerse en su sitio web: www.lucreciaseoscurece.hol.es/category/relatos/