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miércoles, 3 de agosto de 2016

El perdón, ingrediente indispensable para la paz: El caso de Ricky Jackson





Por Francisc Lozano*










Ricky Jackson. Tomado de: www.Cleveland.com
Ricky Jackson. Fuente: www.cleveland.com




Uno de los principios básicos de la física establece que “toda acción genera una reacción igual y opuesta”. Sin embargo, la veracidad de esa regla parece inaplicable a la historia que quiero compartirles hoy o tal vez la confirma completamente y hasta la excede. La sonrisa que pueden apreciar en la imagen anterior es una reacción a la liberación después de un encierro injusto de 39 años de duración.


Ricky Jackson nació en Cleveland, Ohio, en 1957.  A la edad de 19 años, Ricky fue arrestado por la policía de la ciudad de su ciudad por el brutal asesinato de Harold Franks y un tendero en un barrio de la ciudad. Franks fue rociado con ácido en su rostro y, posteriormente, recibió múltiples impactos de bala esa noche de 1957. El móvil del asesinato fue un robo. Tras el asesinato, los dos perpetradores huyeron del lugar en vehículo de color verde. A los pocos minutos del hecho, falleció también el tendero y la escena del crimen se colmó de vecinos que querían socorrer a las personas o simplemente curiosear.


Una de las decenas de personas que visitaron la escena fue Eddie Vernon. Un chico del vecindario que para ese entonces tenía 12 años de edad. Eddie, quien tenía una muy buena relación con el tendero y sufrió mucho con su fenecimiento, quiso ayudar a encontrar a los asesinos y se puso en contacto con la policía para poder hallarlos. En principio, Eddie se resistía a entregar detalles claros sobre los atacantes y sólo contribuía con datos vagos y en algunos casos equivocados. Sin embargo, un poco después, durante su declaración, Eddie insistió en haber visto lo ocurrido. La policía confió en su palabra asumiendo que los errores en su declaración correspondían a su interés por hallar a los responsables y su incapacidad para expresar lo ocurrido de manera completamente coherente, y tras la descripción entregada por el niño, los agentes establecieron los perfiles de dos personas que según ellos correspondían a las personas de Ricky Jackson y Wiley Bridgeman. 


Una vez capturados estos dos hombres y Ronnie, un hermano de Ronnie por ser cómplice de los dos primeros, la policía siguió recolectando las pruebas necesarias para llevarles a juicio. Durante este tiempo, varios testigos dijeron que Eddie no podía haber presenciado el asesinato porque él se encontraba en un bus escolar a gran distancia del lugar y que los hombres arrestados no eran los culpables del crimen, a pesar de ello, la policía desestimó sus versiones de los hechos.  Para colmo, decidieron tomar a Eddie como testigo principal en el juicio.




Además de lo anterior, la madre de Eddie descubrió que su hijo mentía y le convenció de decir la verdad durante el proceso de reconocimiento de los perpetradores. Cuando Eddie fue a reconocer a los atacantes, dijo a la policía que ninguna de las tres personas había hecho parte del delito. No obstante, los agentes de policía se llevaron a Eddie a otro cuarto, le gritaron, le intimidaron y le dijeron que sus padres podrían ir a prisión si él se retractaba. Unos minutos después, Eddie identificó positivamente a los tres acusados. Durante las entrevistas subsecuentes, Eddie entregó detalles sobre el crimen a los cuales llegó mediante las preguntas parcializadas y enfocadas a que sólo tuviera que afirmar o desmentir lo que la policía preguntaba.  Los tres hombres fueron condenados a la pena de muerte, y esas penas fueron conmutadas por cadena perpetua para los tres a finales de los años 70. Wiley y Ronnie salieron de la prisión gracias un perdón de la corte en el 2002 y 2003.  Ricky, por el contrario, fue mantenido prisionero hasta el 21 de septiembre del 2014.  Ese día, tras treinta y nueve años de encierro, los fiscales acusadores determinaron que el caso en contra de Ricky debía ser archivado porque él era inocente de los cargos por los que había sido condenado. Esta sentencia se logró gracias a una iniciativa de the Ohio Innocence Project & Rosenthal Institute for Justice at the University of Cincinnati College of Law  y a la cooperación de Eddie Vernon, quien decidió romper el silencio y enmendar el horripilante error que había cometido en 1975.


Al escuchar al juez Richard McMonagle decir las siguientes palabras: “señor Jackson, usted es libre de irse. Le sugiero ­[sic] que la vida se construye con pequeñas victorias, y esta es una muy grande. Sepa quiénes son sus amigos porque todos van a querer algo de usted, espero que confíe en las personas en las que usted sabe que puede confiar. Entonces le deseo buena suerte”, Ricky sólo atinó a decir, “gracias, su señoría”. Acto seguido, se levantó, miró al techo de la sala como en acción de gracias y abrazó a sus dos abogados. Su rostro emanaba alegría por la recuperación de un derecho que le habían arrebatado injustamente: la libertad.




Al salir del juzgado, Ricky fue interrogado por decenas de periodistas acerca de su tiempo en prisión; lo que haría tras su liberación los alimentos que quería degustar; etc. Sin embargo, la pregunta que más llamó mi atención fue: “¿Cuáles son tus pensamientos sobre las personas que te trajeron aquí hace 39 años, las personas que dijeron que tú habías cometido el crimen cuando no fue así?”.  Con la sonrisa intacta en su cara, Ricky respondió: “Bueno, yo supongo que muchas personas quisieran que yo odiara a esa persona y que sintiera animadversión hacia él, pero no lo hago. La gente tiene que recordar que, aunque se ve como un hombre maduro hoy, en 1975 él era un chico de 12 años de edad y que fue manipulado por la policía. Que ellos le usaron para llevarnos a la cárcel. Así que respecto a ese joven hombre, en lo que a mí respecta, le deseo lo mejor. No le odio, sólo espero que tenga una buena vida. Se requiere mucho valor para hacer lo que él hizo en la corte. Ustedes no lo vieron, pero ellos intentaron hacerle arrepentir de decir la verdad, intentaron hacerle desfallecer, pero al final él se mantuvo su palabra y reafirmó que éramos inocentes (…)”.  




Ricky Jackson. Tomada de: www.csmonitor.com  
Ricky Jackson. Fuente: www.csmonitor.com


Ricky Jackson nos ha dado una gran lección. En vez de odiar para siempre, él decidió perdonar. En vez de acusar a su acusador, él decidió desearle una vida feliz y agradecerle por contribuir a su liberación. Es más grande el que perdona que el que hace justicia. Ricky se atrevió a desafiar a Newton y en vez de odiar y maldecir, perdonó y sonrió a sus verdugos. O tal vez Ricky no sólo no desafió a Newton, sino que comprobó su ley. Tal vez ante la acción de odio y discriminación, que recibió de sus captores y de los testigos en su contra, desembocó en una reacción de perdón y alegría hacia sus verdugos.


Es ese mensaje precisamente el que debemos escuchar los colombianos. El mensaje del perdón. Pero no un perdón para unos y para otros no. No un perdón para olvidar, sino un perdón para construir un país mejor. Este perdón no nos llevará a alcanzar la paz, pero construirá unas bases sólidas para que los colombianos podamos empezar a cambiar lo que tanto mal nos ha hecho: la iniquidad, injusticia, intolerancia el irrespeto. El perdón del que hablo es un perdón para todos, incluidos los que piensan que el conflicto sólo se puede resolver a su manera (asesinando a todo el que no está de acuerdo y reforzando ideas tan insensatas y carentes de razón y lógica como “le vamos a entregar el país a los terroristas.”; “Santos es un comunista.”; “Le vamos a pagar $1.800.000 a los guerrilleros.”; y “Colombia se va a convertir en la nueva Venezuela.”  Nuestro país se encuentra ante un reto sin precedentes en los últimos 60 años: un acuerdo con el grupo guerrillero más grande e importante de la historia de América del Sur. No estamos hablando de tres delincuentes, estamos hablando de la fuerza militar más importante del conflicto colombiano después del Ejército.  Insisto en que esto no es la paz. Sólo es la sustracción de uno de los grandes actores del mismo, pero contribuirá de manera trascendental a la creación de un mejor país.


Si mil veces estuviera en esta situación, mil veces votaría sí a los acuerdos. No a Santos, él es un presidente inepto al igual que sus antecesores; sí a los acuerdos, no a las Farc; SÍ AL PLEBISCITO, no a Uribe, Zuluaga, Ordóñez, Paloma, José Obdulio y su séquito desinformador.  




Los acuerdos no son perfectos, pero son lo mejor que hemos tenido en la historia del país. Por el bien que puede generar la solución pacífica, yo estoy dispuesto a perdonar al expresidente que permitió el asesinato de 3.000 personas inocentes para mostrar la efectividad de su “seguridad democrática” y después declaró que esas personas “no estarían cogiendo café”. Por el bien supremo de la paz, Colombia debe escuchar a Ricky Jackson. Esa es la lección que el colombiano debe aprender.


Cuando en unos años hablemos de esta época, yo quiero poder decir que estuve del lado correcto de la historia. No por demostrar que los otros estaban mal, sino por demostrarme a mí mismo que el amor es más fuerte que el odio, que el perdón es más poderoso que el rencor y que la paz no tiene comparación. ¿De qué lado va a estar usted? Las cosas nuevas siempre generan miedo. En este caso tener un conflicto disminuido o inexistente. ¡Démosle la oportunidad a la paz!





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*Francisc Lozano 
(1988): Nació en Cali, Colombia.  Es Administrador de Empresas de la Universidad Nacional de Colombia. Trabajó como Director de Talento Humano en la Organización Grameen Caldas; fue Director de la Fundación Funeducol; y Coordinador de Reclutamiento de Heart for Change. Es escritor por gusto y convicción. Puede contactarle en su Twitter: @Franzlozano



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