Por Francisc Lozano*
Dos papás y una niña. Fuente: tiemposprofeticos
Viviane Morales es una abogada que nació en Bogotá hace 54 años. En el 2014 llegó al Congreso de la República con el aval otorgado por el partido Liberal y gracias a los 53,838 votos que logró en las elecciones parlamentarias, tras haber sido Fiscal General de la Nación y haber sido declarada nula su elección por el Consejo de Estado. Ya desde el 91 había llegado a la Cámara de Representantes, a la cual arribó a través de un grupo político cristiano. Hoy es noticia por ser la promotora de un referendo que, irrefutablemente, ataca a las minorías no heterosexuales y/o personas no unidas en matrimonio.
Morales es una abogada, como dije
previamente, no una psicóloga ni una médica, ni una científica comportamental, y, sin embargo, ha decidido que su lucha en el Congreso debe ser no por la defensa
de los colombianos en términos generales, sino por “los niños” proponiendo un
referendo que le pregunte al pueblo colombiano si la adopción de niños debe o
no darse únicamente por parejas constituidas solamente por hombres y mujeres heterosexuales
unidas en matrimonio o por unión de hecho. Según la senadora, “la adopción es una medida de protección del niño que busca
garantizarle el derecho a tener una familia constituida por una pareja
heterosexual en los términos explícitos del artículo 44 de esta Constitución,
es decir, por un hombre y una mujer unidos entre sí en matrimonio o unión
marital de hecho, con el cumplimiento de los demás requisitos establecidos en
la ley”. No obstante, un texto que establece que dichas parejas deben ser
heterosexuales, no puede buscar el bienestar de nuestros niños, sino hacer
mella en los logros que en procura de la igualdad han conquistado nuestras
minorías, a través de los pronunciamientos de la Corte Constitucional, en
los últimos años.
El artículo 44 establece cuáles
son los derechos fundamentales de los niños. Entre ellos se cuentan la vida, la
integridad física, la salud, la alimentación balanceada, la educación, derecho
a la familia y a no ser separados de ella, la protección y algunos más. Este
artículo establece, además, de manera categórica que “los derechos de los niños
prevalecen sobre los derechos de los demás”. Establecer que el referendo que
propone la señora Morales es inconstitucional sería una verdad a medias. Y lo
digo porque la propia Constitución contiene artículos discriminatorios como el
propuesto por la senadora. El artículo 42, por ejemplo, establece qué es una
familia y cómo se constituye, y sólo le otorga la posibilidad a los hogares
conformados por hombres y mujeres, casados o unidos por matrimonio de hecho de
ser familias. Las demás no lo son, de acuerdo a la Constitución. Lo complejo de
esa definición no es únicamente que excluye a todos los colombianos no
heterosexuales del concepto de familia, sino que, además, determina que no
existen familias unipersonales, familias conformadas por un padre y su hijo,
por un tío y sus sobrinas, por una abuela y un niño adoptado por ella legal o ilegalmente
o por una madre soltera y sus hijos biológicos y no biológicos, entre las
muchas otras formas de familias que existen.
Entonces, no es inconstitucional el referendo, es discriminatorio, pero
más que eso, es inhumano.
Y es inhumano porque si, como
dice Morales, sólo busca “garantizarle el derecho a tener una familia…”, el
mismo referendo sepulta la posibilidad de que cientos o miles de familias
dotadas del amor, la educación, la tolerancia, los recursos económicos y la
formación académica y cultural necesarias para criar a los niños, se encuentren
con esos niños que carecen de una familia que les ofrezca satisfacer sus
necesidades psicológicas y financieras. El referendo no sólo discrimina a todas las
familias no conformadas por un hombre y una mujer, un gran porcentaje de las
familias colombianas, sino que además elimina la posibilidad de los niños de
contar con un hogar amoroso en el cual crecer. En el año 2014, el ICBF
decía que tenía en su poder 80.000 niños
esperando ser recibidos por un hogar. Ese año, las adopciones sólo le brindaron
la oportunidad a 1.148 niños de encontrarse con una familia, según El Heraldo. Es decir que 78.852 menores de edad se quedaron esperando la
oportunidad de hacer parte de un hogar amoroso porque no hay suficientes
parejas heterosexuales interesadas y capacitadas para adoptar, entonces, ¿por qué imponer las visiones prejuiciosas
sobre las necesidades de los niños?, ¿por qué ir en contra de los derechos de
los niños a tener una familia con el único propósito de demostrar,
infructuosamente, que existen familias “correctas” y familias “incorrectas”?,
¿por qué intentan imponer idearios religiosos de lo correcto y lo incorrecto a
los derechos de los niños que, como dice la Constitución, “prevalecen sobre los
derechos de los demás”? Eso, el no pensar primero en el bienestar real de
los niños, es lo que hace que el referendo deje de ser únicamente
discriminatorio para convertirse en inhumano.
Otras de las ideas que ha
esgrimido la senadora es la de la ciencia comportamental, la cual demuestra,
según Morales, que los niños requieren de “un padre y una madre heterosexuales”
para crecer como seres que contribuyen a la sociedad y para conformarse como
seres humanos “normales”. Una de las investigaciones usadas por Morales fue la
de Kyle Pruett, en la que él concluye básicamente que la figura masculina es
esencial en el desarrollo de niños “normales”. Morales concluyó que esa
influencia masculina sólo podía provenir de un hombre heterosexual que
desempeñara el rol de padre en la familia en la que creciera el infante. Pruett
dijo en una entrevista,
que le concedió a Semana, que estaba decepcionado por la forma equivocada en la
que la senadora había usado sus hallazgos para apoyar un proyecto de ley discriminatorio.
Pero fue más allá, y aclaró que esa
figura masculina de la que habla en sus investigaciones no tiene que ser la
pareja de la madre del o de los niños, con lo que puede ser el abuelo, el tío,
el primo de la madre, o cualquier otro hombre, y que muchos menos se puede
pensar que esa persona deba ser heterosexual. Cuando Pruett declaró lo
anterior, Morales dijo que su intención no era discriminar, sino proteger a los
niños. Ese ha sido su caballito de guerra, pero su insistencia en la heterosexualidad de los adoptantes, y en que sean
una pareja unida en matrimonio civil o de hecho, no puede verse más que como
una acción para discriminar a las personas interesadas en adoptar que no
cumplen con esas características, pero no sólo a ellos, sino a los niños que no
pueden o no van a ser escogidos por esas familias.
Morales se escuda asimismo en que
debe ser el pueblo colombiano el encargado de decidir quiénes pueden o no
adoptar a nuestros niños, y eso sería lo ideal si los colombianos tuviésemos la
formación académica y científica, y la capacidad crítica necesarias para tomar
esa trascendental decisión, pero los colombianos ya hemos hecho el ridículo
antes: el pasado 2 de octubre, millones de personas salieron a decidir si se
acababa o no el conflicto más largo del hemisferio occidental. De esos 13 millones de personas, cientos de
miles, o tal vez millones, se dejaron engañar por 38 congresistas y unos
cuantos concejales, alcaldes y gobernadores del Centro Democrático que les
echaron un sinnúmero de mentiras inverosímiles para que votaran No, y lo peor,
la gente les creyó porque fue incapaz de leer 297 páginas que podían cambiar el
futuro del país para siempre. Sí, de ese tamaño es el talante intelectual de
los colombianos. Esa es nuestra sociedad, una sociedad en la que son los
profesores, los amigos, los libros, la televisión y la Internet los encargados
de hablarnos y educarnos respecto a la sexualidad, porque nuestros padres, no
todos, obviamente, no tienen ni la formación académica ni la predisposición para
hablar de un tema tan trascendental como la educación sexual. Sí, esa
sociedad es la que, dice Morales, debe decidir sobre un tema tan trascendental
como la vida de los niños rodeada o no del cariño de una familia que los
quiera. Creo que no es necesario decir más.
Ahora cabe preguntarnos todos, y
preguntarles a quienes tienen hijos, sin
importar su credo y su visión de lo “correcto” y lo “incorrecto” en el ámbito
de la sexualidad y del matrimonio, en caso de que su muerte ocurriese antes de
que sus hijos fueran mayores de edad, ¿preferirían ustedes que sus hijos permanecieran el resto de su
infancia y adolescencia en un centro de ayuda a menores de edad del ICBF sin
familia y sin el amor de sus padres, en vez de permitirle a sus hijos y a una
familia, del tipo que sea, que quiera adoptarlos y darles todo el cariño o amor
que ustedes ya no podrán? Como dice la esposa del reverendo en The Simpsons,
“¿quiere alguien pensar en los niños?” Yo crecí sólo con mi madre y mis hermanos,
ella nunca tuvo un esposo que viniera a conformar una familia como las que
mencionan el artículo 44 y Morales, y a pasar de eso yo no soy un delincuente
ni un peligro para la sociedad, y le estoy agradecido a mi madre por el esfuerzo.
Yo no soy el único: hay cientos de miles de colombianos como yo, y no somos muy
diferentes de quienes crecieron en un hogar de padres y de madres casados.
También hay muchas personas que
crecieron en hogares no heterosexuales, y son personas que crecieron felices y
ayudan a construir una sociedad mejor. Así son estas mujeres que hablaron con El
Espectador, y que aman a sus padres. Sí, a parejas de dos hombres que actuaron
como sus padres desde que eran muy jóvenes y que las criaron para ser personas
buenas, y que parecen haberlo logrado. Déborah Villegas fue una de
ellas, y contó su historia en el Congreso cuando se discutía, como tantas otras
veces y con el mismo resultado retrógrado, sobre la adopción por parte de
parejas no heterosexuales: “Mi Nombre es
Déborah Villegas Rangel y tengo dos papás… Vivo en Bucaramanga, tengo 24 años,
estoy casada con Gustavo Adolfo Molano, mi hija se llama Violeta y cumplirá en
noviembre 4 años… No extraño a mi mamá. ¿Cómo voy a extrañar algo que no he
tenido? ¿Por qué la tengo que amar si no me crio? Los que se trasnocharon por
mí cuando estaba enferma fueron mis dos papás.” Cuando escucha rumores sobre las
cosas que no debió contarle a sus padres por pena o las burlas que debió haber
recibido en el colegio por tener papás “maricas”, Déborah dice, erradicando
ambos mitos, que fue a ellos a quienes les contó alarmada cuando tuvo su
primera menstruación y que la molestaban más en el colegio por el tamaño de su
nariz que por tener padres homosexuales. Si quiere saber más acerca de su
historia y la de otras mujeres que crecieron en una familia como la suya,
visite este enlace.
Para terminar, tengo que decir que respeto a quien piense diferente a mí, pero esto no se trata de un pensamiento, se trata de la vida de miles de niños que podrían ser mucho mejor de lo que son ahora. Y tengo una pregunta más para Viviane Morales y quienes se oponen a la adopción no heterosexual:
Ustedes que sí tienen una familia
adecuada para adoptar niños, y que están tan preocupados por ellos, ¿cuántos
niños de esos miles de huérfanos y desamparados van a adoptar para
cumplir con el artículo 44 de la Constitución? ¿Serán trescientos o mil?